El Hombre de la casa 13: Los Planes de Sandra

 


—Yo sé lo que pasa entre tú y Raqui —dijo ella

Su mirada de loba estaba clavada en mí y su índice me instruyó a acercarme. Tan pronto estuve a su alcance, tomó mi miembro, que había resentido la noticia y me haló para llevárselo a la boca. Su lengua no sólo inició el proceso de limpieza, también el de resucitación. Esa mujer que tenía en frente, de piel morena y tonificada, desnuda y aceitosa, con mi verga en la boca; era la misma que daba clases en el gimnasio a mamá y que sabía lo que hacíamos mi hermana y yo. Como de costumbre, me quedé sin palabras.

—No me molesta —dijo entre lametones—. Una vez se la chupé a un chamo que resultó ser un pariente lejano. —confesó mientras escenificaba el acto en cuestión—. ¿Qué se siente? Cogerte a tu hermanita mientras mami se moja toda oyéndolos. 

—Lo último es lo feo —me sinceré, haciendo gesto de desagrado. 

—¿O sea que la cuca de mami no te prende como la de tu hermanita? —me miró mientras usaba mi macana para darse golpecitos en las mejillas—. ¡Oh! Ni intentes mentir, que aquí tu pinga se acaba de poner más dura. 

Volvió a llevársela a la boca y en lugar de succionar, sólo estaba repasándola con la lengua, sus manos palpaban ocasionalmente mis huevos. Aquello parecía más una técnica de interrogatorio que una mamada. 

—Ya la has visto, yo la he visto —continuó—. Esa hembra tendría el mundo a sus pies si quisiera. Con esas tetas y ese culo, ¡lo que yo haría! —Comió con avidez y vi cómo su mano comenzaba a explorar el espacio entre sus piernas—. ¡Ay, papi! ¡Quiero comérmelos a ambos!

—¿Te gustan las mujeres?

—Me gusta el sexo —dijo clavándome esos ojos color caoba—. El buen sexo, que sea picante, que sea duro, que sea rico. Sea con una hermosura o un bombón… o contigo —sonrió para provocarme antes de volver a engullir su golosina. 

—Auch —respondí con sarcasmo.

—Ji, ji. Tranquilo, tampoco eres un bagre. Además, tienes dedos mágicos… y no sólo lo digo por lo que me hiciste en la espalda y las piernas. 

Su lengua me dejó en paz por un rato, aunque su índice comenzó a hacer círculos alrededor de la punta. Sus ojos entrecerrados me escrutaban, definitivamente, se sentía como si estuviera enfrentándome a un detector de mentira y la aguja era mi verga.

—Mami Sandra está emocionada con esto de los masajes. Obsesionada, diría yo. 

—Es la primera vez que me ve futuro. 

—En parte, sí. Aunque tiene un sueño frustrado que no quiere admitir. 

—¿Eres psicóloga? 

—No, pero tampoco hace falta hipnotizarla para darse cuenta. ¡Ups! Se me escapó. Mami también me contó de tu otro talento —y acto seguido, se llenó la boca con esa paleta que tenía en frente. 

—Parece que a ella también se le escapan muchas cosas. 

—Es muy bocona, incluso cuando quiere hacerse la discreta. Hay cosas con las que, aunque no lo diga, es transparente como el cristal. 

—¿Cómo cuáles?

—Eres un impaciente. ¿Sabes qué? Vas a escuchar mejor si tienes esa boquita ocupada, podré responderte como se debe si dejas de interrumpirme. 

Sus piernas se separaron y ahora su almeja se asomaba. Al buen entendedor, pocas palabras, supongo. Mientras me acercaba, me recibió ese color rosa intenso y palpitante. De nuevo, era la primera concha que iba a comer aparte de la de Raquel y tenía sus diferencias. La piel en el exterior estaba hinchada y hacía que mis mejillas se llenaran de los aceites del masaje, no era el mejor de los aderezos, pero tan pronto limpié la zona, ese sabor desapareció. El aroma era distinto, esa piel canela era de una mujer (joven, pero mayor) y no se comparaba con la de mi pequeña hermana. Por otro lado, el aroma de mi descarga emanaba, ahora transparente, de entre sus nalgas. Su flor estaba mojada y aunque casi no tenía sabor, el fluido era más denso de lo que estaba acostumbrado. 

—¡Uf! Puedo acostumbrarme a esto, nene. ¡Cómeme como si tuvieras hambre! ¡Así, cabrón! 

Vi de reojo que su cabello se mecía por encía de mí, era ondulado y se sacudía con los movimientos de su cabeza. De nuevo, una mano se posó sobre sus pequeñas tetas para estrujarla sin piedad. 

—Bueno —dije después de minutos de sólo oírla gemir—, el trato era que iba a escuchar lo que sabes. 

—¡Vamo’! ¡No sea así!

—Sigue contándome y yo sigo —dije, con un dedo ya introducido y tan sólo frotaba deliberadamente la parte opuesta a su clítoris. 

—Bueno, va. 

—Dime a qué te refieres con lo del sueño frustrado. 

—¡Ay, nene! No tienes paciencia. Bueno… te cuento. Pon a trabajar esa lengua. —Obedecí—. ¡Uf! Cuando Sandra llegó al gimnasio, era como un conejito asustado, no hablaba con nadie y una como instructora lo nota de inmediato. Ya te conté cómo la obligué para que me dijera “basta” en clases, esa mujer sólo sigue y sigue hasta que ya no puede más. 

«Pues bueno, como su novatada fue dura, la invité a un café al otro día y le hice ver que lo que hice era para forzarla a expresarse. Lo primero que hizo fue enfadarse y me soltó una pila de mierda sobre su trabajo y sus hijos descarriados que la tenían vuelta loca. Esa hembra iba a explotar tarde o temprano y a mí me tocó el golpe, pude entenderla. Y al final, terminó pidiendo perdón y volvió a ser ese conejito tierno y asustadizo. No había nada qué perdonarle realmente, así que se nos hizo una costumbre vernos a la hora de la comida.  

«Fuimos conociéndonos, yo veía que traía un problema bien gordo que la molestaba mucho, pero nomás no lo soltaba. Tuve que sacarle la sopa haciéndole que me contara lo que “le pasaba a su amiga”, una amiga cuyos hijos estaban cogiendo como conejos bajo su mismo techo. Nene, yo oí eso y la quijada se me cayó al suelo, pero me prendió como no tienes idea. Así que le insistí que me contara de “los hijos de esa amiga” y sólo así me fui enterando. 

Una mano se posó sobre mi coronilla y fue haciendo presión mientras ella se recostaba y su ano quedaba a la vista. No sé si era su intención, pero mi lengua fue a visitar el lugar de donde sólo quedaban restos de mi corrida. Tragué mi propia esencia y debo reconocerle a Raquel y a todas (y todos) los que disfrutan de tragarlo su compromiso. No me supo a nada en especial y aparte, dejó una sensación agradable al pasar por la garganta. Pero la calentura estaba por encima de mi paladar, además, una vez limpia el área, comencé a disfrutar ese nuevo sabor que sus pliegues me estaban ofreciendo. 

—Así que no ha admitido que habla éramos nosotros. 

—No se ha animado a decírmelo con todas sus letras, pero ella sí sabe que yo sé y que le sigo el juego, así que, a estas alturas, ni falta que hace. Ya le he dicho que “su amiga” no tiene de qué preocuparse con ustedes. El incesto más común de lo que la gente cree y una fantasía aún más común de lo que uno en persona va a admitir. Me mojaba tan sólo de oírla contarme lo que pasaba y de imaginar lo que pasa en esta casa del pecado.  

«Y se lo hice saber. Le dije que si yo fuera esa mujer, querría unirme a la fiesta. Fue entonces que me contó que su hijo (uno que no le metía la verga a su hermanita menor día y noche) era buenísimo dando masajes. Y aquello me puso cachondísima, papi. Le pregunté si tú ya le habías metido mano y se puso colorada —rio y su esfínter apretó mi lengua, regresé a su otra cueva—. Eso sólo podía significar dos cosas: o lo había hecho o moría de ganas por hacerlo. A mí no me engaña, seguro se mata a pajas con todo esto.

Por un instante, mi boca se detuvo y aquello la hizo silbar, fue como si le hubiera confirmado su sospecha. Su pelvis comenzó a montar mi cara con suavidad, yo sólo cerré los ojos y me dejé llevar. 

—Lo que daría Sandra por esto —ronroneó —. Necesita que alguien le coma la cuca como me lo estás haciendo, Luís. 

Sentí un escalofrío al oírla decir mi nombre. Las palabras dejaron de tener sentido para mí conforme sus piernas empezaban a apresarme… siempre que mi hermana sacaba el tema de mamá sólo hacía que me sintiera incómodo, pero escucharlo de Tere mientras estaba comiéndole la raja, estaba excitándome.

—Ella quiere que le hagan lo que le hacen a su hijita. Que la coman, que la cojan y la hagan gemir como a su querida Raqui.

Esas palabras llegaban a duras penas, sus muslos estaban a nada de dejarme sordo. Su voz llegaba a mí como un eco que retumbaba también desde su interior. Era como un conjuro que parecía emanar detrás de esos muros de carne aceitosa. Ella no lo sabe, pero empecé a imaginar que lo que tenía en la boca le pertenecía a esa amiga de la que estaba hablándome.

—Pero sobre todo, quiere que su hijo querido sea quien la vuelva a hacer sentir una mujer.

Sus uñas se encajaron un poco en mi cuero cabelludo mientras ella vaciaba su placer en mi cara. Había visto porno en que las mujeres meaban al correrse, no imaginé recibir un chorro directo a los ojos y la nariz. Estaba tibio y una vez pude volver a respirar, me alivié de que aquello no olía a orina. Tenía su sabor particular, ni ácido ni dulce, me agradó. Cuando al fin pude abrir los ojos, ella estaba tendida, perpendicular a la cama. Su cabeza colgaba boca arriba y su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración profunda.

Me quité la camisa empapada y me senté a su lado y con la toalla para manos empecé a limpiar la zona de fuga. El eventual roce con su clítoris le ocasionó leves espasmos.

—Ella no lo va a admitir —dijo al fin—, pero muere de ganas de esto —señaló mi verga.

—¿Por qué lo dicen? —sus cejas se alzaron, exigiéndome una explicación—. Raquel tiene la misma idea loca de que mamá se excita al verla desnuda.

—¡Ay, bebé! No lo dudaría ni un segundo. Sandra y yo nos hemos duchado juntas. Yo sé cuando la gente me mira, me encanta que me miren, por eso amo ese gym y sus regaderas sin paredes. Y mami no pierde la oportunidad de verme al bañarnos o en el vestidor. Hay quienes no soportan ver a otra mujer desnuda, hay quienes me ven con envidia o admiración, quienes también me ven con morbo y lujuria… y luego está Sandra.

«Esa hembra me come con la mirada cuando cree que nadie la ve. Yo, encantada. Sobre todo porque ella también tiene un cuerpo de tentación y no hace más que ocultarlo. Fui yo la que la llevó a comprar un mini bikini, ¿ya lo usó?

—Esta mañana.

—¡Bueno! Más vale tarde que nunca, lo tiene desde hace semanas. ¿Y qué tal?

—No le cubre nada —respondí a regañadientes.

—Ya estás entendiendo. Esas tetazas merecen respirar libres. ¿Las amasaste como a mí?

—¡Claro que no!

—Sus pezones debieron ponerse duros, duros —rio pícaramente—. ¿Y traías la pija como ahora?

Mi erección no se había calmado, gracias a que ella había vuelto a poner manos a la obra tan pronto pudo para evitar que se relajara. Sus uñas recorrían el tallo de mi miembro apenas rozándolo y no hacían más que provocarme palpitaciones más y más pronunciadas.

—¿Qué te impide darle un gusto a mami? —comenzó a bajar la voz mientras se acercaba a mi oreja—. ¿Temes que te guste más que hacerlo con Raqui? Además, ella no te va a pedir condón. La fábrica ya cerró hace tiempo.

Los espasmos en mi verga empezaban a ser cada vez más intensos. No quería admitirlo, pero no tenía argumentos para responder a esas preguntas. Tere estaba logrando su cometido, estaba excitándome no sólo por lo que ella hacía con mi verga, sino con lo que me estaba diciendo.

—¿Sabes por qué me mandó Sandra? —preguntó apartando al fin sus dedos y dejando en paz mi riata—. Ella espera que te aparte de Raquel y “te lleve por el camino del bien”, lejos del incesto y, con suerte, lejos de seguirla tentando.

—¡¿Qué?!

—Es una tontería, por supuesto. Pero tenía curiosidad de venir a casa de ella y conocerte también, por supuesto. De alguna manera, ella se cuenta el cuento de que quiere que te “descubra” y te consiga trabajo de masajista en el gym o algo así. No para de hablarme de lo que harás cuando tengas tu propia clínica, del dinero que vas a hacer y lo exitoso que serás.

Su mano se fue a mi pecho y lentamente me hizo recostar a su lado. Su abdomen y tetas entraron en contacto con mi brazo y costado y untaron el aceite sobre mí.

—Mami Sandra cree en sus pichones con todo el corazón. Pero Sandra, la hembra, ya no sabe cómo aguantarse la calentura al tener a sus hijos incestuosos cachando como perros en celo bajo su propio techo. Por otro lado, le aterra la idea de perderlos, de que ambos se vayan un día de la casa y terminen haciendo una familia juntos, lejos de ella. Pero, sobre todo, se muere de ganas por unirse.

Con sigilo, había estado acomodándose sobre mí, mi verga estaba rozando aquellos labios carnosos, los cuales besaban de arriba abajo a lo largo de aquél tronco palpitante. Algo estaba tramando con ello.

—Quieres, ¿verdad? —dijo con falso tono condescendiente al mismo tiempo que se restregaba sobre mí—. Pero no tienes globito… ¿qué le vamos a hacer? No puedes llenarme de leche porque yo sí puedo quedar panzona. ¿Cómo es que Raqui no ha quedado embarazada aún?

—Ella toma pastillas —dije antes de cerrar los ojos.

—Pobrecita… Meterse tanta droga para poder tirarse a su hermanito mayor. Yo porque hoy es un día peligroso… pero si todo sale bien… en una semana o dos podríamos hacerlo a pelo.

Su rostro estaba a escasos centímetros del mío, estaba a punto de venirme pero de inmediato se bajó e hizo presión justo en la base de mi amigo. Fue como si me estrangularan sin tocarme el cuello. Contuve la respiración un rato mientras mantenía los puños apretados y el alma me volvió al cuerpo.

—Todavía no, papi. Tú y yo vamos a hacer un trato primero.

—Vas a obligarme a cogerme a mi propia madre.

—Mira, eso no será necesario.

—¿Qué?

—Date cuenta. Yo sólo estoy poniendo las cartas sobre la mesa, lo mismo que con ella. Vi sus ojos y vi los tuyos, ninguno se atreve siquiera a mentirme. Por más que lo quieran negar, va a suceder.

—¿Y qué planeas hacer? ¿Qué trato quieres hacer?

—Mueres de ganas por venirte ¿no es así? Voy a darte a elegir, boca o culo de nuevo. Lo único que vas a hacer es acompañar a la querida Raqui en eso de andar sin ropa en casa.

—¿Y si digo que no?

—No hay nada. Ni boca, ni culo ni nada, nunca más. Te pago lo que acordé con mami y más nunca me volverás a ver. Tranquilo, no diré ni pío a nadie de esto nunca, se lo debo a Sandra y tampoco quiero perjudicarte.

—Un poco drástica. ¿No crees?

—Si no tuvieras nada qué perder, ¿qué chiste tendría?

De haberlo razonado sensatamente, probablemente escogería evitarme problemas, pero toda mi sangre estaba acumulándose lejos del cerebro y cerca de su mano. Jugar con la calentura de alguien es algo peligroso, pero sin darme cuenta en ese momento, estaba aprendiendo unas valiosas lecciones de Tere.

—Tic-tac, papi. Escoge pronto o me voy.

—¿Cómo sabrás que cumpliré mi parte del trato?

—No tienes ni la mínima intención de tentar tu suerte, nene. Vas a cumplir y Sandra me lo contará sin que tenga que preguntarle. Tienes mi teléfono, mándame una fotico de vez en cuando.

En retrospectiva, ella ya había decidido que el trato estaba aceptado desde ese momento. Pero aún así esperó un par de minutos sentada hasta que le dije lo que ella sabía que respondería.

Me tomó más tiempo decidirme dónde vaciaría mi leche. Al principio me levanté y volví a introducirla en ese culo precioso, la sensación era mejor de lo que recordaba y le di duro como ella tanto me pedía. Sus gemidos ya no eran discretos y empezó a berrear al ritmo de mis estocadas.

—¡Ay sí! ¡Cógeme con coraje! ¡Dale duro! ¡Así, papi!

Ese acento era una locura, ¡que Dios bendiga a Venezuela y a sus mujeres! Pero por más que esperaba acabar pronto, aquella táctica logró retrasar mi orgasmo lo suficiente para cambiar de opinión y querer volver a sentir esa garganta sin fondo.

—¡Quiero correrme en tu boca! —dije desde el alma mientras seguía bombeando como si mi vida dependiera de ello.

Ella se separó y en segundos estaba hincada frente a mí. Recuerdo cómo me prendió verla llevarse a la boca aquella verga que estaba en su culo segundos atrás como si nada. Engulló lo que tenía delante suyo y tras un par de intentos y arcadas, su garganta abrió paso a mi macana y sus ojos me vieron, expectantes. Estaba lista y mis manos sujetaron su cráneo, enterrando mis dedos en aquella mata negra aún húmeda por la regadera. Me costó trabajo no arremeter con la misma fuerza con la que había estado castigando su otro orificio. Ella parpadeó lentamente mientras presionaba mis piernas justo antes de arremeter con brutalidad contra mí y entonces entendí que no debía contenerme tanto.

El chapoteo de su garganta, los breves reflejos y arcadas me resultarían alarmantes de no haber estado tan embriagado por la calentura en ese momento. Sus ojos estaban enrojeciéndose pero no me dio señales para detenerme en ningún momento, cada que quise descansar, ella intentaba esbozar una sonrisa pero se negaba a dejar salir mi verga. Me vine con su cara pegada a mí y cuando el último chorro salió, ella me dio una palmada para pedir ser liberada.

—¡Cabrón! Así es como tienes que cogerme siempre. Guarda lo romántico para tu familia.

Ambos reímos y tras asegurarme de cerrar bien las botellas con los aceites, me uní a ella en la regadera para limpiarnos todos los residuos. Eran casi las dos de la tarde, ya vestidos, nos dirigimos al comedor y Tere me entregó un sobre con dinero, era poco más de lo que costaba el diplomado que iba a tomar.

—Es el precio que acordamos tu mami y yo —dijo con un tono de voz completamente diferente, sonaba como una mujer mayor, como si fuera una tía o algo así.

—Es mucho dinero.

—Es lo que cobra un buen masajista privado y lo eres. Te falta un poco, casi nada, pero tienes futuro en esto.

—-¿Es en serio?

—Bueno, ahí también viene incluido el final feliz. Nene, yo me voy como clienta satisfecha y créeme que voy a regresar. O bueno, tal vez sea mejor que te consigas otro lugar, tu sala huele mucho a… casa.

—¿Por qué no me sorprende que el final feliz fuera parte desde el inicio? —pregunté con ironía mientras nos servía un vaso con agua a ambos.

—Se lo dije a Sandra, a ella no le molestó en lo absoluto. No es nada discreta con sus intenciones, te aseguro que en cuanto le avise que me fui, va a querer que le cuente todo lo que pasó.

—¿Y qué le vas a decir?

—Que me reventaste el culo y me cogiste la boca como un cavernícola porque no tenías ni un mísero condón. ¡Uf! Vas a ver que se va a matar a pajas cuando llegue.

Me ganó la risa porque ahora me constaba que era capaz de decirlo con esas mismas palabras. Viéndola de cerca, pude notar con más detalle las pequeñas arrugas que se le hacían al sonreír y me quedé con la duda de si era una chica muy “vivida” y se vería mayor de lo que era, o si acaso era una mujer madura muy bien conservada.

—Pues bueno —dijo tras revisar su teléfono, en efecto, un iPhone 5—. Espero que cumplas tu parte del trato y quiero una foto hoy en la tarde.

—¿Hoy?

—Así es, papi —volvió a usar ese tono candente con el que llegó a la casa—. Si quieres que vuelva la próxima semana, me vas a mandar una foto hoy, mañana y el resto de la semana.

—Y yo era el impaciente.

—Nunca dije que yo no lo fuera, aunque a veces es bueno darle su tiempo a las cosas. Ya caerás, porque Sandra ya cayó.

Me mostró la pantalla de su celular, era una conversación:

Apenas saliste? A q horas llegaste? Dijiste que habías salido a las 10:30 de clase. Paso algo?

Paso de todo mami 😈🍆💦😘

Enserio?

Sip 🤤😈
Tu hijo me reventó todita la colita 🍑

Ay Dios mio!!!!
Le dije que hiciera lo que le pidieras. No pense que fueras a pedirle eso de verdad.

Tú sabes que hablo muy en serio cuando hablo de coger 😝
Vaya semental tienes en casa!!!! 😍🍆
Y tu nada que lo usas 😏🤤

No soy una degenerada como tu!!!!
Tenemos que hablar. Tienes chance de venir por un café ahorita que salga?

—Mami quiere detalles. Aún tiene esperanzas de que te lleve por la senda del bien.

—¿Y tú? ¿Qué quieres hacer?

—Eso sí te lo voy a responder: quiero que Sandra sea feliz, quiero que resuelva sus problemas con ustedes y quiero que me metas esa verga por la cuca de una buena vez la próxima vez que venga.

—¿No te importa que sea en la sala que “huele a casa”?

—También puede ser en tu cama, si quieres. Hasta en la de Sandra, ¡uf! Ya me voy mejor. Quiero esa foto antes de las 12 de la noche o si no, te bloqueo y no nos volvemos a ver, ¿entendido?

—Sí, señora.

—Dime Tere. Cuando cumpla 30, ya me podrás decir “señorita”.

La puerta se cerró y la sonrisa no se me borró en un buen rato. Cuando me dirigí a recoger la cama de masajes, pude detectar con más claridad la mezcla de olores a esencias, sudor y sexo.

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