El Hombre de la Casa 14: Uniendo Fuerzas

 

Raquel llegó temprano a casa. Se quitó la ropa y la dejó en el cesto a un lado de la lavadora. Decidí hacer cumplir mi palabra y dejé mi ropa sobre la suya.

—¿Y ahora? —me preguntó, extrañada.

No era normal que me desnudara cuando ella y yo lo hacíamos, por lo general me bajaba los pantalones y eso era todo. Me encogí de hombros y acto seguido, comenzamos una guerra de cosquillas hasta que terminamos en el sillón.

—¿Cómo te fue? ¿Era fea, gorda y asquerosa? —preguntó con una sonrisa esperanzada.

Le mostré el video que me mandó para que la viera, así como la conversación.

—No es tan vieja —dijo con seriedad.

El tiempo desde que Tere se fue hasta que mi hermana llegara me sirvió para reflexionar. Todo parecía una locura tras otra, ya no sabía qué era lo que el futuro iba a depararnos. Desde que Raquel y yo habíamos iniciado esto, me quedó claro que ocultarnos cosas iba no sólo a ser problemático para ambos, sino también doloroso. Nunca habría previsto el grado de tempestad que sería Tere, pero tenía claro que no iba a mentirle a mi hermana.

Le conté todo. Lo que hicimos y lo que hablamos. Muy en el fondo, tenía la certeza de que podría sobrellevar cualquier tipo de drama que mi hermanita actriz pudiera montar (y al final de la lista de planes, por si todo lo demás fallaba, siempre me quedaba la opción de la hipnosis). Esperaba gritos, llanto y hasta golpes de su parte.

—Tenías razón todo este tiempo —dije para finalizar mi discurso con una nota positiva hacia ella—. Parece que mamá… quiere…

—Quiere que te la cojas —dijo con voz apagada.

Había estado inexpresiva todo el rato, mientras me escuchaba, volvía a leer la conversación y hasta parecía empeñada en revisar el video cuadro a cuadro. Si bien, que estuviera así de tranquila era mejor que verla enojada, aquello comenzó a ponerme de nervios.

—¿Y bien?

—¿Qué? —respondió con esa voz llana.

—¿Qué opinas?

—¿De qué?

—De… lo que acaba de pasar.

—¿Te la vas a coger de nuevo la próxima vez que venga?

—Si me vuelve a pagar, yo creo que sí —estaba tratando de ser lo más franco posible con ella, era algo que quería imitarle a Tere, aunque creo que sólo soné cínico.

—¡Ah, bueno! —exhaló por fin con la brusquedad que en el fondo, estaba esperando todo ese rato—. ¿Entonces si no te paga no aflojas?

Sabía que no era el momento para que yo perdiera la calma, así que en lugar de abrir la boca, Fui por el sobre con el dinero. Ella sacó el fajo de billetes y su rostro pareció desencajarse.

—¿Qué es esto? ¿Te pagó por adelantado el mes o qué?

—No. Es lo de esta sesión.

—Es más de lo que nos cobraron en el spa por persona… por los 2 días.

—Es que incluyó el final feliz.

Me miró con incredulidad, luego al dinero que sujetaba con firmeza y de nuevo, a mí.

—¿Entonces ahora piensas ser un gigoló?

—Quisiera ser sólo un masajista —a decir verdad, no estaba seguro de si era una mentira piadosa o no—. Tampoco me esperaba nada de esto.

—Es mucho dinero…

—Oh, por cierto. Necesito que me tomes una foto.

Se me estaba olvidando contarle sobre el trato que hice con Tere. Como si fuera un robot, obedeció. Tomó la foto y me devolvió el celular. La envié sin pensarlo mucho y dejé el celular en la mesita, mientras tanto, Raquel estaba mirando fijamente el sobre en el que había metido el dinero. No quise interrumpir sus pensamientos, aunque tenía el cojín a la mano por si llegara a necesitarlo para cubrirme de lo que fuera.

—¿Cómo sabes que ella no le contará a nadie?

—¿De la foto?

—De nosotros.

—No tiene intenciones. Se ve que quiere mucho a mamá y dijo que no podría hacer algo que la perjudicara… o a nosotros, incluyéndote a ti y a Julia.

—No me gusta esto. Se ve que sabe demasiado. ¿Y si un día se molesta… si se le bota la canica y nos empieza a chantajear?

—¿Ya viste lo que me acaba de pagar por un par de horas? ¿Crees que quiera sacarnos dinero?

—Y si te chantajea por sexo. ¿O a mamá?

—No es así, no la conoces.

—Tú tampoco.

En ese momento, llegó un mensaje, era ella.

Uy, papi!! 🔥🔥🔥
Como te tomaste la foto? 👀
No me digas que fue Raqui 😱😱😱

—No me gusta que me llame así —rezongó mi hermanita al leer la conversación a mi lado.

—Así te dice mamá.

—Por eso.

Le contesté que sí, bajo la atenta mirada de mi hermana, que también vio cuando le transcribí su comentario sobre llamarla así.

Uy… Bueno vale
No quiero que se enoje conmigo
😬

Raquel refunfuñó, pero se quedó pegada a mi viendo la conversación. Sabiéndose leída por ella, Tere nos contó que mamá se mostró contenta con los detalles sobre nuestra sesión y que la próxima semana nos volveríamos a ver.

Seguro mami se fue a trabajar toda mojadita 😛💦
Q dices le mando la fotico de su nene antes de borrarla?? 👀😏
o mejor que se entere cuando llegue a casita??

—¿Ves? —dije—. Hasta dice que va a borrar la foto. Créeme que no tenemos de qué preocuparnos con ella.

—Dile que le mande la foto —contestó como si estuviera en trance—. Que mamá se entere.

—¿Qué?

—Mamá la mandó para ver si nos separaba, quiero que se dé cuenta que no le va a ser tan fácil. Es más…

De inmediato bajó hacia mi entrepierna, mi amigo estaba en reposo, la verdad es que al desnudarme sí se me había parado pero habíamos estado platicando más de una hora y aunque había tenido sus tetas pegadas a mi costado hace unos instantes, todo abajo había permanecido en calma. Eso, hasta que su boca empezó a despertarlo.

Al cabo de poco, mi verga estaba tiesa de nuevo, ella me arrebató el celular, el cual no tenía siquiera cámara frontal, por lo que a tientas tuvo que tomarse un puñado de fotos con mi miembro en su boca sonriente. Tras revisarlas, escogió una y se la envió a Tere

Mandale mejor esta

Santo Dios 🥵🥵🥵
Son unos pervertidos nenes 😈😈
Ya quiero que me junten 💦💦😘

Nop 😘

OMG
Raquel????
👀

Debió intuir que no era yo, jamás usaría ese Emoji o ese tono. Mi hermanita estaba sonriendo mientras respondía mordazmente que no le hacía gracia que una anciana me contratara de gigoló, a lo que la venezolana le respondió que la de la plata era ella y que podía mantenerme sin problemas. Las palabras eran duras, entre ellas se llamaban de zorra, perra y puta, pero lejos de que fuera una pelea real, los emojis contaban una historia diferente, todo parecía ser era juego entre ellas. Yo estaba al pendiente de lo que mi hermana escribía y ambos nos reíamos con las ocurrencias de una y de otra, ninguna medía sus palabras y tampoco se guardaba lo que opinaban en el chat.

Pues esta loba va a comerse a los tres cochinitos
Y eso si Julis no se une también
😘

Mi hermana había comenzado a frotarse la rajita y yo me repasaba la mano por la verga ocasionalmente mientras leía todo, pero ese comentario sobre Julia hizo que mi verga pegara un brinco.

—¿O sea que a mamá no pero a Julia sí? —se burló ella mientras me devolvía el celular y se agachaba.

Ni siquiera lo pensé dos veces, abrí la app de cámara y me puse a grabar la mamada que me estaban haciendo. Una nueva notificación me llegó y tuve que parar la grabación porque ella quería seguir enterándose de lo que nos escribía Tere.

—Me pregunta que si Julia “está fuera del juego” —le narré—. ¿Qué le digo?

—Dile… que… —hablaba entre chupetones—. El primer objetivo va a ser mamá.

—”Objetivo”, ¿eh? —la molesté mientras transcribía la orden—. Esto ya suena a plan de ataque.

—Tú ponle así.

—Dice: “Sí, señor” —dije con voz de mando militar.

—¿Tomaste foto o video?

—Video, ¿se lo mando también?

—Nah —dijo mientras su mano subía y bajaba con lentitud—. Ya le dimos suficiente material para que se manosee por ahora. Pero luego me pasas el video a la lap. Deja el cel ya. Quiero que me la metas.

Seguí instrucciones. Su cueva me recibió lubricada y dilatada, apenas y tuve problemas para meterla entera en un par de intentos. Si bien Raquel llegaba a decir que le gustaba “duro”, ese día Tere me enseñó que había muchos peldaños por encima de lo que mi hermanita era capaz de soportar antes de pedirme que le bajara dos rayitas. Ella estaba apoyada sobre el sofá ancho y yo sólo podía acercarme a oler su cabello y morder ocasionalmente su oreja mientras estrujaba con mi mano en ese pecho que sí se desbordaba un poco (a diferencia de los limoncitos de Tere), al que le gustaba ser castigado ocasionalmente. Volver a sentir su interior me hizo recordar cuando regresaba a casa cansado del trabajo en el restaurante, si es que eso tenía algo de sentido. Tomé su cabello y tiré de él un poco mientras mi pelvis impactaba contra ese par de cachetes suaves, provocando esas ondas que tanto me encantaba ver. Solté su melena para manosear sus manguitos jugosos, acercándola de nuevo a mí.

La sinfonía de gemidos por fin se hizo presente mientras liberaba lo poco que aún quedaba en mis huevos. Traté de continuar para que ella acabara, pero me fue imposible. Me lancé a comer de esa fruta aderezada por finos hilos de mi leche hasta que al fin, su chillido acompañó los espasmos de sus piernas.

—Esa puta te sacó toda la leche —se quejó ella.

—También me la jalé antes de que llegara… era para que no se me parara en medio del masaje, según yo.

—No quiero que te la vuelvas a jalar si no estoy yo para tomarme lo que salga —sentenció en tono de broma.

 

Ya iba a ser la hora en que mamá llegaría, yo estaba cocinando mientras Raquel se había vuelto a encargar de limpiar nuestro desastre en la sala. Habíamos acordado lo que íbamos a hacer en cuanto llegara mamá y más tarde, en cuanto Julia en la noche. Estábamos un poco impacientes de que esa puerta se abriera. Tere nos advirtió que mamá no iba a llegar de tan buen humor al enterarse de que las cosas no habían salido como ella había ideado y de que ahora su amiga se texteaba con nosotros.

—Así que tú también vas a andar desnudo en casa —fue lo primero que dijo cuando llegó.

Estábamos viendo la tele desde el sofá, tenía la cabeza de mi hermana en mi regazo, a pocos centímetros de mi chile flácido. Volteé a verla, esperaba verla pálida o con la cara roja de coraje, pero no había señales de nada, su rostro no mostraba ninguna emoción. Raquel la saludó sin despegar la mejilla de mi muslo, yo le arrojé la sonrisa más inocente que pude.

—¿Y cómo te fue? —me preguntó, sin moverse del recibidor.

Ella quería jugar con nosotros la carta de que no sabía nada, escuché el resoplido de mi hermanita y yo decidí seguirle el juego.

—Bien. Te hice caso e hice lo que Tere me dijo. Dijo que todavía me falta aprender, pero que tengo futuro.

—¿Ah, sí? Bueno… —continuó mientras se dirigía al comedor a dejar su bolso— ¿Y te dijo cuándo piensa regresar? ¿Sí cerraste las puertas?

—Sí, mamá —respondí con fastidio—, cerré todas las puertas de arriba. Y no, todavía no pactamos otra cita. Dice que puede ser la próxima semana o en 15 días.

—Ah… bueno… Ya. ¿Y esto? —dijo señalando nuestra desnudez con la palma extendida, estaba frente a nosotros.

—Luís ya se animó a acompañarme, mami —intervino al fin Raquel.

Dijo esto y acto seguido besó sonoramente mi pito, aún blando. El telón había sido levantado y era hora de comenzar la función. Esta vez, las acciones de mi hermana no me tomaron por sorpresa y mi papel era el de actuar lo más cómodo (cínico) posible. Ella se llevó a la boca su golosina favorita y pude ver la mirada atenta de nuestra madre, que sólo se quedó callada imaginando desde su perspectiva lo que ocultaba la melena castaña de su hija menor al subir y bajar lentamente.

—Estamos viendo esto —le dije con total naturalidad, señalando la pantalla con un episodio de Breaking Bad—. Ya está lista la cena, ¿quieres comer ahorita o nos esperamos a que llegue Julia?

No estaba viendo a una mamá atónita, una que reprimiera su impulso de gritarnos y detenernos, esos días ahora parecían muy lejanos; sino a una mamá que nos veía tranquilamente, atenta, expectante… hambrienta. Permaneció callada, mientras la labor de succión de Raquel iba tornándose cada vez más ruidosa. Yo le di palmadas al sillón, indicándole que se sentara a mi lado y a paso lento pero sin detenerse, ocupó su lugar a mi derecha, en primera fila para ver la mamada que su único hijo varón estaba recibiendo de la menor de sus hijas.

—Quiero quitarle el olor de esa… vieja —dijo mientras seguía chupando, parecía que ahora Tere ya no era una “zorra”. Le regaló una sonrisa a nuestra madre mientras su mano subía y bajaba con calma—. Hola, mami.

Volvió a su tarea, yo hice como que estaba prestando a la actuación de Bryan Cranston en pantalla. Subí un poco el volumen e hice el comentario de que Raquel no me dejaba oír bien.

—Más le vale a “esa” que se haya lavado bien el culo —dijo mientras aminoraba la marcha, sabía interpretar mis señales y de haber seguido como iba, el show se acabaría antes de tiempo.

—Ella misma me la chupó después —le contesté como si nada—. Además, ambos nos metimos a la regadera y nos aseguramos de quedar muy limpios.

—Sigues oliendo a ella —refunfuñó.

Ella le echó un breve vistazo a mamá y ambos teníamos la mirada clavada en dirección a la tele, pero puedo apostar que ninguno estaba realmente viendo lo que proyectaba la pantalla. Mi vista periférica no detectaba un solo movimiento a mi derecha y lo único que escuchaba eran leves suspiros suyos al exhalar, decidí sacarla de su trance.

—Me alegra que no te moleste, esto de andar sin ropa. La verdad es que Tere me convenció de unirme a Raquel.

—Esa loca… —masculló sin dejar de ver mi verga en manos de mi hermana—. No le molesta andar encuerada en los vestidores tampoco, seguro que ni ropa se puso para la sesión.

—¡Ay, mami! —exclamó Raquel—. La gente no viste nada en un masaje. ¿Tú te dejaste el traje de baño puesto cuando estaban en el spa?

—¡Ay, bueno! No… —respondió de inmediato— te dan una toalla que apenas cubre nada. Era como de este tamaño —hizo un recuadro con sus manos que apenas era más grande que una servilleta de tela.

—¡Ya ves! Eso y no usar nada es lo mismo.

—Bueno, sí… Nada más pudimos cubrirnos abajo.

—Así que ambas se vieron las tetotas —rio la hija —. ¿Ya te alcanzó Julia o se va a quedar en segundo lugar por el resto de su vida?

—¡No, no! Ella todavía es joven. Mi busto creció mucho más después de tenerlos a ustedes, antes de eso, creo que yo era una talla menos que tu hermana.

La charla se estaba dando de forma amena, pero ni la mano de Raquel ni los ojos de mamá se separaban de mi riata. Las caricias eran cada vez más lentas y suaves, ya estaba palpitando y eso no auguraba nada bueno. Reconozco que el estar siendo observados me estaba calentando de sobremanera y aún había mucho por hacer. Pude ver que mamá iba a acercando poco a poco la mano, no fui el único en notarlo.

—Ayúdame, mami. Se me está entumiendo la mano.

—¿Qué dices, Raqui? Yo… uh…

Ella ahogó un grito al sentir mi mástil hirviendo y palpitando, la punta estaba más allá del color rosa típico, era un tono casi magenta. Su hija manipuló sus dedos para que la sostuviera con firmeza y sintiera mi pulso cardíaco con cada palpitación. No hizo el menor esfuerzo por separar su mano, no parpadeó en ningún momento mientras su palma era guiada de arriba hacia abajo sobre aquel riel de carne. Una vez recibidas las instrucciones, Raquel apartó su mano y fingió que se masajeaba la mano. Una vez sola, sus movimientos continuaron apenas apretando, así que me ofrecí a ayudarla con eso.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Raquel mientras ambos vimos a mamá absorta totalmente en lo que hacía. Nos besamos largo y tendido, tomé una teta suya y en cuestión de segundos, mis huevos se vaciaron por quinta vez en el día. Podría haber jurado que no iba a salir nada más para entonces, pero me equivoqué, dos chorros bastante grandes terminaron su trayectoria sobre mí y la mano de nuestra madre.

—¡Uy! Déjamelo a mí, mami.

Raquel se lanzó directo a lamer cualquier líquido blanco que tuviera en frente y eso incluyó la aquella mano esbelta. Lamió cada dedo como si fuera suyo, pero hizo un énfasis morboso al pasar la lengua en los rincones que había entre ellos antes de dirigirse de nuevo a mí. Si he de sincerarme, no esperaba correrme tan pronto, por lo que mi sonrisa condescendiente fue genuina. Pero mamá aún no salía de su asombro.

—Perdón, mami —dijo su hija menor, con un falso tono de vergüenza—. ¿Querías probar?

—No… no… —dijo, un poco ausente todavía—. No sé por qué lo hice, perdón.

—No pasa nada. Luís ya me había rellenado hoy antes de que llegaras —dijo sobándose el vientre.

—No quiero sorpresitas de ustedes dos, se los recuerdo —dijo, ahora con un tono de voz más despierto—. Ya compré condones de camino a casa.

—¡Mamá! —protestó—. Ya sabes que tomo las pastillas sin falta. Además, ¿de qué te preocupas a estas alturas? Luís se la metió por el culo a esa… señora. No la va a embaraza…

—¿Que… QUÉ? —gritó, más sorprendida que molesta.

—¿No me escuchaste cuando dije que quería quitarle el olor a esa vieja? —le preguntó, poniendo los ojos en blanco y volviéndose a llevar mi verga a la boca.

—No pensé que lo hubieran hecho… por ahí…

—Dijo que si no tenía condón, no quería que lo hiciéramos por… —dije, buscando qué palabra usar frente a mi madre— ya sabes…

—Por la vagina —dijo, cambiando su tono en un intento de verse tranquila al respecto.

—Sí… ajá —hice una pausa antes de continuar—. Y entonces me dijo que lo hiciéramos por atrás… así que “hice lo que me dijo”.

—¡Ay Luís, por Dios! ¿Qué no sabes lo que puede pasar allá atrás? Si ella no venía preparada no sólo pudiste lastimarla, también puede haber riesgo de infección si no se limpió adecuadamente.

—¡Oh, mami! —comentó Raquel— Te aseguro que esa Tere ya venía lista para todo.

—Sí, mamá —dije, quitándole importancia a todo—. Lo traía muy limpio y aparte, entró sin problemas a la primera

Raquel ahogó una carcajada y se llevó la mano a la boca, alternando la vista entre yo y mamá.

—¡Ay, hijo! No seas tan… específico —dijo antes de morderse el labio y desviar su mirada de nosotros—. Esa Teresa… ya me va a oír esa degenerada.

—Tú ya sabías que algo así iba a pasar, ¿verdad, mami? —sonrió mi hermana con cierto descaro. Ante la falta de respuesta, siguió—: A Luís le pagaron muchísimo y ella dijo que incluía el “Final Feliz”.

—Me dijo que era el precio que tú y ella acordaron —añadí.

Ese fue el golpe definitivo. Su rostro se puso blanco como el marfil, de repente, lucía enferma y aterrada, más bien, acorralada. No había forma de poder refutar las acusaciones y por su expresión parecía estar a punto de salir corriendo, pero Raquel y yo la detuvimos tomando sus muñecas.

—Mamá, tranquila. No te espantes —dije, buscando apaciguarla.

—¡Suéltenme! ¡Déjenme en paz! —gritó y manoteó desde el sillón.

—Mami, por favor —dijo Raquel, forcejeando—. ¡Cálmate! —indicó, un poco más seria. No tuvo éxito—. ¡Cálmate o le contamos todo a Julia!

No, aquél sí fue el golpe definitivo. Dejó de moverse de en el acto. La soltamos y ella se sentó a la espera de escuchar lo que sea que tuviéramos que decirle, lo que fuera con tal de no involucrar a su hija mayor. Aquello no estaba dentro del plan, pero supongo que a situaciones desesperadas…

—No llores. —Me acerqué y limpié sus lágrimas con un pañuelo que teníamos a la mano, después de todo, sabíamos que el llanto sería una posibilidad. Le acerqué la caja—.  Toma.

—N-no… no le digan nada de esto a su hermana… —gimoteó— Yo… no me odien. Sólo quería que…

—Querías que Tere y Luís se hicieran pareja —dijo Raquel. Sonaba como si fuera una villana de telenovela, una araña a punto de comerse a la mosca—. Ella tiene dinero y ni le pensó para cogerse a Luís a nada de conocerse.

—Entiendan —imploró mamá—, está mal lo que ambos están haciendo… Quiero decir, ambos van a salir lastimados. Raqui, ¿piensas vivir así toda tu vida, ocultándole al mundo que te enamoraste de tu propio hermano? ¿Qué hay de tu carrera?

Estaba berreando mientras miraba el próximo pañuelo a ensuciar. Soltaba quejidos al recobrar el aliento y repetía el proceso. Miré a mi hermana, sus puños apretaban con fuerza e iban cobrando un color rojizo, al igual que sus ojos.

—Raqui, no puedo dejar que sacrifiques todo por estar a lado de Luís. Y me mata de miedo pensar que a la menor provocación, un día despierte enterándome que ambos huyeron y no vuelva a saber de ustedes —hizo una pausa nada silenciosa, su lamentos calaron hondo en mi pecho—. ¡P-por eso les he dejado llegar tan lejos! Una parte de mi corazón se alegra de verlos contentos, mientras que otra no es capaz de soportarlo. ¡Son mis hijos! ¡Mis propios niños!

Me lancé a abrazarla y ella se aferró a mí con fuerzas. Mi hombro se humedeció en cosa de nada y su dolor se transfirió a mí, humedeciendo mis ojos. Todo se volvió negro por un instante, hasta que sentí forcejeos y tuve que hacerme a un lado.

—¡Raqui! ¡Hija! —chilló mamá—. ¿Qué te pasa?

—¿Y qué me dices de esto?

Cuando pude ver bien, la escena me horrorizó. Raquel había recorrido las bragas de nuestra madre a las rodillas y éstas tenían una mancha de humedad claramente visible. Su rostro daba miedo de verdad, transpiraba ira por cada uno de sus poros y sus ojos enrojecidos estaban clavados en la mujer que, ahora parecía, ya no era su madre.

—¡Bien que te excitas escuchándonos y te matas a chaquetas! —soltó, casi gritando—. ¿Te masturbas pensando en la verga de tu hijo o en la panochita de tu hija?

—¡Raquel! ¡Basta! —intervine, sin éxito.

Lo que antes habría sido una orden que ella debía acatar sin pensar era ahora una mera sugerencia en oídos de mi hermana, misma que fue ignorada. Mamá se puso peor y ahora aullaba mientras se tapaba la cara con ambas manos, luchando para que su hija no terminara de quitar las pantis. Tuve que colocarme tras Raquel y alejarla para que las soltara.

—Mamá… —balbuceé— yo…

—¡Sí! ¡SÍ ES CIERTO!

 

Ya había transcurrido un buen rato desde que mamá soltó al fin su confesión. El vaso con agua que le acerqué estaba casi vacío y Raquel la observaba desde el sillón pequeño como si fuera un perro rabioso y amarrado, con los brazos abrazando sus piernas, dejando a la vista su entrepierna. Mamá ya había dejado de temblar, ya respiraba con más calma y sin gimotear; sin embargo, dentro de su colapso y su crisis, pude ver que miraba de reojo lo que me colgaba entre las piernas o lo que los pies de Raquel no cubrían.

—¿Cómo te atreves? —soltó mi hermana con un hilo de voz—. Decir que lo que hiciste era por nuestro bien… cuando eres tú la que… hiciste eso.

—Yo sé que no he sido la mejor madre para ustedes —contestó nuestra madre con tiento—, eso me queda muy claro. De repente, me doy cuenta de cuán ausente he estado en las vidas de mis hijos. ¿En qué momento mis niños se convirtieron en adultos? Yo creí que estaba dejándolos vivir sus vidas… la verdad era que apenas tenía fuerzas para hacer nada regresando del trabajo.

«A cada uno los afectó a su manera. Su hermana carga en sus espaldas un peso enorme e injusto y se atiborra de trabajo y responsabilidades al punto de no hacer prácticamente nada más, Luís no tiene lazos con nadie fuera de esta casa y Raquel… de los tres… No. De los cuatro, es la que tiene una vida más normal… gracias a que no me ves como tu madre. Y eso me duele aún más. ¿Y si el problema en verdad soy yo?

«Los tres ya son grandes —continuó, hablaba cada vez más pausadamente, más calmada, más seria—. Siento que el derecho a decirles qué hacer y qué no lo perdí hace mucho tiempo. ¡Con qué cara, me digo! ¿Con qué cara puedo ahora meterme en sus decisiones? Si no estuve ahí para acompañarlos, para apoyarlos y llevarlos de la mano. Me topé con tres jovencitos cuando yo juraba que tenía tres niños. Hipnosis… nudismo… incesto… todo ocurre tan rápido que me da vueltas y me pega en la cara: esos tres niños crecieron… así… sin mí… es mi culpa.

«Y para colmo. Está esta otra parte de mi corazón que se acelera por todo esto. ¡Por Dios! ¿Qué me pasa? ¿Qué clase de madre soy? He hecho cosas impensables pensando en ustedes dos, lo que hacen y es peor cuando los escucho. Es como si olvidara que son mis hijos… ¡MIS HIJOS!

De nuevo cubrió su rostro con las manos, sus quejidos terminaron de partir lo poco que me quedaba de corazón. Raquel estaba hecha un mar de lágrimas también, el coraje la mantuvo en esa posición todo el rato mientras escuchaba. Tomó un pañuelo que le acerqué y después de limpiarse bien, volteó a verme y entendí que era hora de concluir con lo que habíamos planeado.

—Pues ya estuvo, mamá —dijo con los ojos aún irritados. Se levantó, caminó en dirección a nuestra madre y posó la mano su rodilla—. Ya no tiene caso que lo sigas ocultando. Tengo meses diciéndole a Luís y él nomás se negaba a aceptarlo. Pero en verdad yo lo noté desde el inicio. Algo había en la manera en que me veías andar sin ropa… cuando me veías besarlo. No era sólo que fueras alcahueta o todas esas señales antes de encararnos. No era culpa y el “no sentirte con derecho” a decirnos algo o a detenernos, no… había algo más.

«Yo tengo claro lo que siento por Luís. Muchas veces lo dudé, creí que estaba volviéndome loca, llegué a pedirle que me quitara esos pensamientos de la cabeza, resulta que ambos sentimos lo mismo. Y gracias a eso, fui quitándome poco a poco esos miedos, decidí dejar de preocuparme por lo que otros piensen de mí. Si por mí fuera, lo gritaría a los cuatro vientos en un escenario donde todos me escucharan. Pero no como puedo hacer eso sin traernos problemas, quiero sentirme libre aunque sea en nuestra propia casa. ¡Merecemos ser libres en nuestro propia casa!

«Una cosa que me daba miedo era la idea de que él estuviera con otra mujer. Creí que sería esa mujer posesiva, celosa y tóxica… Esto de los masajes me quitó el sueño estos días, no iba a soportar ver a Luís toqueteando a otras mujeres —dijo mientras se ponía en cuclillas. Los ojos que seguían clavados en los de mamá ya no eran iracundos, eran atentos—. Hasta que te vi, usando ese micro bikini transparente y disfrutando que él te manoseara. Lo que le dijiste cuando acabaron… era lo que yo decía, no me lo estaba imaginando. Luego lo que pasó con Tere… no me molestó como pensé. De hecho, me calentó mucho cuando Luís me contó.

—Esa Tere… —sonrió mamá amargamente.

—Ahora resulta —continuó mi hermana— que gracias a ustedes me vengo enterando que quiero ver a Luís coger con otra mujer. La sola idea de ver cómo le rompe el culo a esa vieja hace que me moje toda, todita —dijo mientras sus rodillas se separaban poco a poco—. Tanto que en lugar de armarle un pancho, cogimos después de que me contara. Y también resulta que gracias a ella por fin voy a dejar de ser la única nudista en esta casa.

—Además —añadí mientras ambos nos sentamos a ambos lados de ella—, al fin pudimos encarar todo este asunto contigo.

—Ya no tienes por qué hacerte la que la Virgen te habla, mamá —dijo Raquel—. Yo te vi cuando Luís te dio masaje, ese bikini no te cubría nada…

Mientras decía esto, la mano de Raquel se posó sobre la rodilla de nuestra madre y empezó a deslizar lentamente la braga que aún no terminaba de bajarle por las piernas. Tenían sus rostros a escasos centímetros, una tragaba saliva sin saber qué más hacer y la otra, ahora parecía un gato jugando con su presa.

—Yo sé que es mucho pedir que te nos unas, así, de la nada —continuó diciendo—. Pero si quieres, podemos ir despacio.

La panti terminó por caer a sus tobillos, mi hermana se relamió la boca, pero no hizo más que estudiar la expresión de nuestra madre.

—R-Raqui… —titubeó— Yo n-no creo que yo…

—¡Ah, no… sí! —estalló la hija, harta—. Ya basta de estar ocultándolo. Tú tienes ganas de ver… yo también…

—Hija, por favor —suplicó—. Entiéndeme… No es algo que deba hacer, soy su madre.

—¿Qué está pasando? —oímos una cuarta voz tras de nosotros.

 

Los tres brincamos del susto, Julia había llegado. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí, escuchándonos?

—¿Mamá? —dijo desde el vestíbulo—. ¿Qué está pasando?

—Hija… ¡Dios! —respingó la aludida—.  ¡Casi me matas del susto! S-supongo que ya es momento que te enteres… Yo… eh… tus hermanos… —Tomó aire y se puso de pie, casi se tropieza por las pantis en sus tobillos—. A Raqui y Luís les ha dado por andar sin ropa en casa…

—Sí, claro —respondió con desgana—. Puedo imaginarme para qué…

—Deberías intentarlo —fue el turno de Raquel para levantarse y presumir con orgullo sus atributos—, es muy liberador.

—Y-yo les dije que no lo hicieran cuando estuvieras presente… —se apresuró a aclarar mamá, intentando conciliar entre sus dos hijas.

—Que no hicieran… ¿qué? —preguntó Julia, arqueando una ceja mientras caminaba lentamente hacia nosotros.

—Andar sin ropa —le contesté apresurándome. Era obvio que Julia sabía que el otro “qué” lo habíamos hecho incluso estando ella en casa.

—Sí, sí. Bueno —continuó mamá—, yo pensé que sería incómodo para ti.

—Sí, lo es… —confirmó mi hermana mayor. Sus manos se aferraban a la correa de su bolso mientras nos veía a los tres desde una distancia más que prudente—. Dentro de todo lo que hacen, esto es agregarle unos peldaños a lo incómodo.

—Sí, bueno… hija. Estuvimos platicando y creo que Raqui tiene un poco de razón… —Hizo una pausa para tomar aire—.  Si es una manera que tus hermanos tienen para sentirse libres dentro de la casa, deberíamos respetarlo. El nudismo es algo muy común —argumentó, sin sonar muy convencida—, de hecho hay playas nudistas y cosas así como clubes y así…

—Sí, mamá, lo sé —espetó, cortante, pero sin alzar la voz ni perder los estribos—. Sé que hay comunidades nudistas y familias así… pero no es algo que yo piense hacer. Voy a respetar lo que ustedes quieran hacer, ustedes respeten que yo no quiera.

—No, claro —se apresuró a confirmar mamá—. Nadie quiere obligar a nadie a hacer nada. Quien quiera hacerlo, que lo haga.

—Y por eso queremos que mamá lo intente —remató Raquel.

La cara de mamá giró tan rápido que temí por un segundo que se hubiera lesionado el cuello. Si bien esa era una de las metas a lograr a corto plazo, la presencia de Julia no hacía sino poner las cosas un poco más tensas… y eso era algo que Raquel supo usar a nuestro favor. Se agachó para recoger las bragas del suelo y mostrárselas a la recién llegada.

—Creo que aún no está lista para lanzarte de lleno —comentó como si nada, como era de esperarse—, pero al menos ya quedamos que nada de ropa interior, ¿verdad, mami?

—A-ay… sí… —se resignó a seguirle la corriente a su hija menor— E-eso… ¡Ay Dios! ¡Qué pena, hija!

—Deja subo a cambiarme —dije para quitarle a mamá el foco de atención antes de que le diera algo—, para comer en paz ahorita.

—M-mira, ya. Así déjalo —dijo en corto Julia—. Ya te vi. Ya los vi a los dos, ya también he visto a mamá sin ropa en el spa. ¿Qué mas da? —gruñó—. Si esto es algo que tienen pensado hacer de ahora en adelante, ¡pues ya qué! Es más, mamá —añadió al mismo tiempo que se desabrochaba algo en su espalda y tras un par de maniobras, sacó de su blusa el sostén rosa que llevaba puesto—, ya sabes que me gusta andar sin bra en la casa, para que tampoco te dé pena. Eso sí, hasta allí llega mi participación en todo esto, ¿eh, Raquel?

—Ya caerás, Juls. Ya caerás… —sonrió maquiavélicamente la hija menor.

Más tarde, los cuatro estábamos cenando CASI como cualquier otra noche. La escena de ver a Raquel en la mesa desnuda me resultaba familiar, pero ahora yo también lo estaba. Mamá no estaba regañándonos y el cambio más importante, Julia estaba presente. Comimos y platicamos (a nadie se nos escapó ni por error mencionar nada acerca del otro asunto con Tere), reímos y al final, bailamos un poco. Eso sí, Julia no se nos acercó a Raquel o a mí, pero ni por error.

 

—Parece que todo está más loco cada día —me dijo Julia al visitarme en mi cuarto antes de irse a dormir—. Yo creí de nuevo que tenía que ver con aquello de la hipnosis, pero siento que ahora Raquel anda más descarriada que antes.

—Tú querías que fuera “una mujer libre, a la que nadie le dijera lo que tiene que hacer” —le solté, un poco a modo de reclamo.

—Empiezo a arrepentirme un poco de eso, no te voy a mentir —rio—. Ya hasta te convenció de andar en pelotas.

—No creí que fuera lo mío —me sinceré—, pero creo que me terminó de convencer. —Tampoco iba a decirle que era mi primera vez sin ropa o la historia de mamá se iría al caño.

—¿Entonces te veremos así diario? —preguntó con genuina curiosidad. Mi silencio fue una ratificación—. Bueno, espero que te pongas ropa cuando atiendas a tus clientes.

—A menos de que me pidan lo contrario y paguen —bromeé bailando acostado—. Al cliente, lo que pida.

—Chistosito —dijo con ironía—. ¡Ay, no! —exclamó, apartando la vista de mi miembro, el cual empezaba a reaccionar a la sacudida—. ¡Mejor ya me voy! Se ve que te están dando ganas de otra cosa y eso sí que no lo quiero ver. Buenas noches.

Le respondí mientras me cubría con las sábanas y aquél mástil empezaba a montar una carpa. Mamá y Raquel entraron juntas más tarde, habían estado platicando a solas un buen rato. Se enteró de la conversación que habíamos mantenido los dos con Tere por chat y que estábamos al tanto de lo que ellas dos habían platicado esa misma tarde.

—Ahora sí, nada de secretos, ¿eh? —nos dijo desde la entrada del cuarto.

—Cuando quieras unirte… —le contestó Raquel mientras gateaba en dirección a mí—. Mira, todavía hay espacio en el colchón.  

Agarró las sábanas para apartarlas y mi verga quedó al descubierto otra vez. La zangoloteó para tentar de nuevo a mamá, quien sólo miró de reojo en dirección al cuarto de Julia.

—No, yo… eh… ahorita no… Ya me voy a acostar, mejor

—Pero antes, un de’ito ¿verdad? —dijo mi hermanita con discreción para que apenas pudiera oírla mamá.

—¡Mírala! —la reprendió, avergonzada—. Ya, mejor. Hasta mañana.

Ambas rieron en complicidad, se vio que la plática limó algunas asperezas entre ellas y en cuanto mamá se fue, mi hermana me pidió el teléfono, preparó la cámara para capturarnos besándonos y se lo quedó para mandarla por mensaje. La respuesta llegó de inmediato, parecía que Tere estaba esperando noticias.

Ay dios mio!!!! 🔥🔥🔥
Como me prenden los dos 💦💦🥵
Esa cama tiene espacio para uno más papi
😏

Vi la sonrisa de mi hermanita iluminada por la pantalla del celular mientras sus dedos respondían.


Mamá
😋


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