—Ya, ya. Yo sé que esto fue porque Luís te hipnotizó.
Esas fueron las palabras que Julia dijo, las dijo con calma y
tan contenta que mi cerebro hizo corto circuito en cuanto reflexioné lo que en
verdad había dicho. Mamá se puso pálida y hasta Raquel me apretó la mano, yo
tenía que pensar rápido.
—No. No la hipnoticé —fue lo primero que se me ocurrió
decir—, no de verdad.
Pude ver a mamá mirar en mi dirección de reojo, pero no
quise apartar mis ojos de Julia. Comencé a sobar la palma de mi hermanita,
necesitaría refuerzos para continuar con la improvisación.
—¿Cómo? —preguntó Julia, sorprendida.
—No la hipnoticé de verdad —dije, con una sonrisa que me
estaba costando esbozar.
—¡Ay! ¿Cómo no? —exclamó Sandra. Nadie nos dimos cuenta de
ello, pero ya habían pasado las 12 de la noche y “el hechizo” se había acabado.
—Mamá, sólo fingí que lo hacía —le dije con obviedad—.
Estuviste despierta todo el rato.
—Sí, pero aun así… hubo una vez que… —Paró en seco, no se
animaba a revelar que se había venido porque yo se lo ordené—. Pero sí me
hipnotizaste, yo… obedecí… y cuando lo hacía, se sentía… tú dijiste que…
—Eso debió ser sugestión, mamá —dije, extendiendo mi palma
extendida para que se calmara—. Fue un teatro, una actuación, como aquella vez
de los baños. No iba a hipnotizarte de verdad para que obligarte a hacer algo
como esto. —Hice una pausa, al ver que nadie decía nada, continué—. Cuando
dijiste “Haz lo que quieras”, se me ocurrió la idea de la hipnosis. Si creías
que estabas siguiendo órdenes, sería más fácil que te dejaras llevar.
Aquél fue un silencio aún más pesado. La cara de
consternación de mamá era una cosa, pero la expresión reflexiva de Julia me
hizo ver que iba por buen camino. Aún así, era mejor no hablar de más, la gente
que miente suele no cerrar la boca.
—A ver, mami —intervino Raquel finalmente—. Cuando Luís te
hipnotizó… ¿estuviste despierta todo el rato?
—Bueno, sí… no… O sea…
—Se hizo la dormida —dije en tono de burla—, incluso hasta
roncó para hacerme creer que lo estaba.
—Entonces no te hipnotizaron —concluyó mi hermanita—. Cuando
estás en trance, sientes como si durmieras, plácidamente, como en una nube. ¿Recuerdas
lo que te dijo cuando estabas en trance? —le preguntó y mamá sólo asintió—. Yo
no recuerdo nada de lo que me dijo la última vez… es más, Julia te puede decir.
—Es verdad —afirmó la hija mayor—. Raquel estaba dormida, yo
lo vi. Y después, cuando le pregunté si recordaba lo que le dijimos, me dijo
que no. Esa vez, antes de que Luís la despertara, yo le dije que fuera una
persona libre y que hiciera sólo lo que ella quisiera, no… lo que otros le
dijeran.
—Y eso es justamente lo que he estado haciendo desde
entonces —añadió la menor con tono de obviedad.
—Desde antes, dirás —rematé.
Todos nos reímos,
hasta mamá. Aquello hizo que los tres que estábamos desnudos nos relajáramos y
volviéramos al ambiente afable, sintiéndonos fuera de cualquier peligro. Dentro
de todo lo que había pasado, a pesar de la reacción positiva que Julia había
tenido a todo esto, recordamos un poco de ese pavor que era capaz de
infundirnos nuestra hermana mayor de forma inconsciente.
—Nos salvamos por poquito —ronroneó Raquel.
Mi hermanita y yo nos retiramos a mi cuarto poco después con
la excusa de que estaba muy cansado, lo cual era cierto, incluso Julia bromeó
diciendo que entre las tres me habrían ordeñado hasta el tuétano (lo cual
también era cierto). Estábamos en modo candente, nos besamos tan pronto nos
acostamos, nuestras manos estaban inquietas recorriendo todos esos sitios que
ya conocían de memoria.
—Se me paró el cora cuando ella dijo que habías hipnotizado
a mamá —dijo mientras su boca bajaba por mi cuello hacia el pecho—. No supe qué
hacer hasta que te sacaste ese as bajo la manga.
—Hasta pareció que fue planeado, ¿verdad? —bromeé al tiempo
que sentía su lengua bajar hasta mi ombligo.
—Te convertiste en Houdini, el escapista —rio antes de seguir
bajando.
Mi tranca luchaba por erguirse a esas alturas, ni siquiera
la lengua entrenada de Raquel pudo evitar que el escozor me doblara, era
inútil, había llegado al límite de mi amigo ese día. Pero eso no significaba
que no pudiera complacer a mi hermanita de otras formas, así que cumplí la
misión con mis manos y lengua antes de acurrucarnos esa noche.
Me desperté cuando Raquel se levantó. Era sábado, ella
todavía tenía que ir a trabajar y yo, apenas podía moverme. La espalda y las
piernas me dolían como si me hubieran golpeado, no pude levantarme y para
cuando abrí los ojos de nuevo, el sol brillaba demasiado. No había nadie en
casa y cuando revisé mi teléfono, vi los mensajes de Raquel despidiéndose
después de enviarme una foto mía durmiendo y de mamá, diciéndome que había ido
al gimnasio. De verdad me sentía muy cansado, holgazaneé hasta que llegó
Raquel.
Estábamos un poco cansados de quedarnos en casa, así que
salimos a pasear. Sólo caminábamos por la plaza sin un objetivo en particular y
como era una que estaba cerca de donde vivimos, tuvimos que ser discretos con
cualquier demostración de afecto. Mi hermanita bromeó sobre hacerlo en los
baños como había ocurrido con mamá, aunque cuando le sugerí ir al cine, sabía
que no se trataba de una broma. No escogimos una película, más bien buscamos la
función que empezara lo antes posible.
No debió ser extraño que un par de hermanos quisiera ver una
película animada, pero podría jurar que la persona que nos revisó los boletos
sospechó algo cuando nos vio llegar sin botanas y sin que supiéramos el nombre
de la película. Dentro de lo ansiosos que estábamos, no quisimos ser obvios
yendo a la última fila de asientos, así que nos sentamos en la penúltima y cerca
de la pared del lado de la salida (nada sospechoso). Cuando las luces de la
sala se apagaron e inició la proyección, apenas habían entrado menos de 10
personas, todas desperdigadas, sentadas lo más lejos unas de otras.
Mi mano comenzó a recorrer sin delicadeza el muslo de mi
hermanita y ella fue directo al bulto que ya había cobrado forma entre mis
piernas. Ambos llevábamos jeans, de haberlo pensado mejor, hubiéramos usado
ropa menos estorbosa. Aun así, manosearnos sobre la tela era suficientemente
excitante como para no prestar atención a los animales en 3D que se movían en
la pantalla gigante frente a nosotros. Ella jugaba el cierre de mi pantalón, la
presión que mi garrote estaba haciendo por salir ya era incómoda y quería
salir. Pero en ese momento, dos empleados del cine se metieron y con sus
linternas apuntaron a una pareja que estaba entre las primeras filas. Una vez
nos recuperamos del sobresalto, nos asomamos a chismear y vimos cómo una chica
algo gordita y un sujeto mucho mayor que ella eran escoltados por los de las
linternas.
Hubo cuchicheos entre los que nos dimos cuenta, otros
guardaron silencio. Los empleados estaban por abandonar la sala cuando uno de
ellos tuvo la idea de inspeccionar a las demás parejas, el haz de luz recorrió
rápidamente a todos los presentes y cuando pasó por nosotros siguió de largo
hasta quedarse en el hombre que estaba sentado en la última fila, al extremo
opuesto de nosotros. El tipo estaba completamente dormido, ni siquiera con el
flashazo directo a su cara se despertó. Mi corazón latía apresurado, la mano
Raquel no había soltado mi verga, la cual estuvo libre durante toda la
detención.
Volteé a ver a la cabina desde donde se seguía proyectando
la cinta, según mis cálculos, no podría verse lo que estábamos haciendo si nos
inclinábamos un poco. Mi brazo rodeó a mi hermana y ella apoyó su cara en mi
hombro. Tuve que detenerla cuando se proponía a agacharse para mamármela y su
castigo fue dejarme a escasos momentos de acabar. Apreté la teta que tenía al
alcance para intentar convencerla de acabar con lo que había empezado.
—Si no acabas dentro de mí, no —susurró malévolamente en mi
oído mientras presionaba mi tranca para que volviera dentro del pantalón.
Lejos de frustrarme, me divertí con su berrinche y como
pude, me guardé el fierro. Eso sí, no solté su pecho y me acurruqué sobre ella
hasta que acabó la función. Al salir, el mismo empleado que revisó los boletos
nos veía de reojo, me quedé pensando si habría sospechado algo. Raquel solía
asirse a mi brazo, cosa que no sería raro de ver para alguien que nos
conociera, pero que también haría pensar que somos pareja para quien no sepa
que somos hermanos. Podía notar cuando la gente volteaba a vernos, sobre todo a
ella. Una parte de mí se regodeaba, “Así es —pensaba—. Esta belleza está a mi
lado y es mi hermana”; pero otra parte también sentía ese impulso por tenerla bien
cerca, que vieran que iba acompañada y no estaba disponible para nadie más.
Nos regresamos a casa cuando ya estaba por atardecer. Para
nuestra sorpresa, mamá no estaba en casa todavía y nuestros cuerpos se ansiaban
el uno al otro. Corrimos al cuarto de Raquel y nos desprendimos de la ropa como
si ésta nos quemara, lo que en verdad nos ardían eran nuestros sexos. Quise
castigar a mi hermanita por dejarme en ascuas en el cine con lo opuesto. Mis
dedos la hicieron estremecerse mientras ella me rogaba que se la metiera y no
se detuvieron hasta que la fuente brotó de entre sus piernas. Forcejeé para que
me dejara lamer el desastre enrojecido en el que se había vuelto su cueva,
tiraba de mi cabello y me empujaba, tratando en vano de ver qué funcionaba para
quitarme. No sé cuántas veces hice que se viniera, pero la mueca que tenía
cuando la dejé en paz tenía un poco la forma de una sonrisa.
Me dio un pequeño susto cruzarme con Julia en el pasillo
cuando salía del cuarto de Raquel, sobrer todo porque tenía la verga tiesa,
todavía no me había venido. Ella sólo se ruborizó y trató de saludar
tranquilamente, pero se alejó en dirección a su cuarto con cierta velocidad. No
era momento de hacer otra escena frente a ella, aunque tuve el pensamiento
intrusivo de jalármela con ella en frente, viéndome. Tuve que mojarme la cara
para hacer la cena y tratar de ser un hombre funcional el resto de la noche.
Julia y yo platicamos un rato antes de que bajara Raquel.
Ella estaba sorprendentemente tranquila con todo lo que había pasado la noche
anterior.
—Mira —dijo mientras bebía agua para hacer pausas—, algo en
mí me hacía creer que era cuestión de tiempo, tanto por Raquel como por mamá. Y
ahora que vi cómo es Tere y toda esta rara situación entre tú y ellas, entendí
que era… bueno, lógico… natural.
«Que hayas hecho como si la hubieras hipnotizado fue algo
extraño, ¿Por qué mejor no la hipnotizabas?
—Quería que no tuviera miedo de dejarse llevar —le respondí—.
Si te soy sincero, aunque ella no se durmió, creo que pudo haber entrado en
algún estado de sugestión. Por ejemplo cuando le dije que iba a excitarse por…
—¡Eh! —exclamó con la palma en alto—. Mejor sin tantos
detalles.
—Perdón, je, je. Am… ¿Cómo decirlo? Creo que de verdad se la
creyó. Como dicen, “en cuerpo y alma”. Yo sólo quiero que deje de sentirse mal
después de hacer algo así.
—¿Y luego, qué? —me preguntó con la mirada perdida en su
vaso vacío—. Ya tienes a Raquel, a mamá y ahora hasta Tere… se ve que no es la
primera vez que lo haces con ella —-Hizo una pausa que me antes me hubiera
hecho toser o carraspear—. ¿Hasta dónde van a llegar?
—¡Hasta que todas sean mías! Muajajá —exclamé como si fuera el
villano de alguna caricatura—. Ya, ya. Es broma. Pues… no es como si se me
hubiera ocurrido todo esto.
—¿Ah, no? —soltó la pregunta en tono de broma, aunque con clara
incredulidad—. ¿Todo esto es porque eres irresistible?
—¡Oye, oye! —me hice el ofendido—. No es mi culpa que a
todas les guste mi…
—¡Ay, por Dios! —me interrumpió ella, llevándose la mano a
la boca para cubrir su risita nerviosa—. ¡De veras que te has vuelto un sinvergüenza!
—¿Qué? —jugué la carta del inocente—. Iba a decir “mi personalidad”. ¿Tú, qué
creíste, malpensada?
Nos reímos un rato y ella optó por cambiar de tema. Platicamos
sobre Tere, al parecer le había caído muy bien, dijo que le recordaba mucha a cierta
gente con la que trabaja. Le pregunté que si le daría la oportunidad de
trabajar en la tele y ella sólo volvió a reírse.
Raquel bajó, quejándose del escándalo de Julia con su risa,
a lo que ella le respondió que a ella le ha tocado aguantar peores ruidos en
aquella casa. Lejos de mostrarse incómoda, mi hermana mayor ahora tenía un arma
para responder a las provocaciones de Raquel: Tere.
—Al menos ella no es de la familia —le soltó a modo de
reprimenda, aunque la verdad sólo lo decía para picarle la cresta un poco—,
bueno, a menos que se embarace de Luís. ¿Te imaginas? —Preguntó dirigiéndose a
mí—. Me imagino que tampoco usaste condón con ella. ¡Ay! ¡Sería bonito ser tía!
Aquello no le sentó tan bien a Raquel y las lágrimas
comenzaron a brotarle. Ambos fuimos a abrazarla, como cuando éramos niños y
alguno de nosotros se lastimaba. Más tarde que temprano comprendimos que
aquello había sido la gota que derramó el vaso en todo lo que le había estado
pasando a nuestra hermana menor. Finalmente nos confesó lo mal que la había
estado pasando los últimos días en su trabajo y en el teatro.
—No sé si sea buena idea salirte de esa compañía de teatro,
luego entre todas se solapan y te vetan por capricho del director, igual que en
la tele —le decía Julia con las manos sobre las suyas—. Pero siempre puedes
buscarte otro lugar para trabajar.
—Eso sí —añadí—. La verdad es que no vale la pena estar
aguantando a un mal jefe. Ya ves, luego te corren con una cintura, ni les
importa.
Cuando mamá llegó, nos encontró un poco más tranquilos,
estábamos viendo una película en la sala. No nos dijo por qué llegó tan tarde y
después de decirnos que no era nada grave, optamos por no insistir. Se unió a
nosotros, yo me quise levantar para cederle mi lugar en el sofá largo, pero
quitada de la pena, dijo que podría recostarse sobre nuestros regazos, lo cual
nos divirtió. Sus pies apenas colgaban a la izquierda de Julia, sus caderas se
hundían un poco en el espacio de sus piernas y las de Raquel y su cara quedó a
nada de alcanzar el descansabrazos. Mi hermana mayor le ayudó a deshacerse de
los tacones y las manos de mamá se pusieron inquietas en mis piernas. Su
cabello caía sobre mi miembro, pero fuera de algún cosquilleo cuando se movía,
no me generó alguna reacción.
Tan extraño como se veía una madre acostada sobre las
piernas de sus tres hijos, dos de los cuales estábamos desnudos, seguimos
viendo la película. Raquel fue la que no pudo aguantar más tiempo y le pidió a
mamá que se levantara, eso sí, decidió que yo sería su asiento. No sé si mamá y
Julia se dieron cuenta de los ligeros movimientos que mi hermanita hacía con su
culito o de mis manos consintiendo ocasionalmente sus ya no tan pequeños
pechos; pero cuando los créditos comenzaron a subir por la pantalla, ambos nos
fuimos directo a mi cuarto.
Ella me montó con ansias, ver sus pechos rebotar cada que se
dejaba caer era me hacía elevar mi pelvis con más intensidad. Ella estaba
conteniendo su voz pese a que ni nos molestamos en cerrar la puerta. Se inclinó
para dejarme comerle las tetas mientras seguía dándole y comenzaron a
escapársele más y más gemidos. Se desmontó para comerme la verga como sólo ella
había aprendido a hacer. Chupaba y lamía la punta mientras su mano subía y
bajaba, a la velocidad y con la fuerza precisas; bajaba a lamer las bolas
mientras su pulgar no dejaba desatendido mi glande… era una maestra en darme
las mejores mamadas. Me hizo acabar sobre su rostro con la mano, había
aguantado desde el cine y aquello dio sus frutos, guardé la foto de su cara
llena de mi leche por meses.
Raquel renunció a su trabajo en el café, ya había empezado a
buscar empleo antes de marcarle a su jefa el lunes. Ella y yo recorrimos la
plaza cerca de la casa, si bien no le quedaba cerca del teatro, podría ser más
cómo que no tuviera que tomar camión para llegar temprano. La escuché pedir
trabajar en la mañana para continuar con los ensayos en la tarde, ningún lugar
tenía disponibles los horarios que ella necesitaba, pero ella dijo que lo
hablaría con el director porque le había echado el ojo a una tienda de ropa que
le llamó la atención. Para el final de la semana, la contrataron.
—No es por el sueldo —me dijo—, es por la ropa. Me gusta esa
marca y oí que te dan descuento como empleado.
Mientras mi hermanita y yo aprovechamos al máximo el tiempo
libre que ella tuvo esa semana para coger sin parar todos los días, mamá empezó
a marcar cierta distancia. No era como que no me dejara cogérmela cuando se me
antojaba su culo o que no me la mamara con gusto, o que no aceptara unírsenos
cuando Raquel y yo la invitábamos a participar; pero no se quedaba ni se
acercaba a menos de que la llamáramos. Era eso y que comenzó a llegar tarde a
la casa todos los días, incluso después de Julia. Siguió sin decirnos a dónde
iba o qué hacía, no nos decía si era cosa del trabajo o era algo aparte. Raquel
y yo teorizamos que tal vez ella y Tere habían decidido estrechar su relación
después de lo que se habían confesado aquella ocasión, por lo que para el fin
de esa semana, ya ni la invitábamos a que se nos uniera.
Por otro lado, Julia empezó a ser más… despreocupada cuando
sabía que estábamos cogiendo. Me tomó por sorpresa cuando, a sabiendas de lo
que estábamos haciendo Raquel y yo en mi cuarto, ella abrió la puerta para
avisarnos que ella y mamá saldrían a pasear. Ella me vio con una sonrisa amable
mientras me estaba cogiendo la boca de Raquel y ni pestañeó antes de cerrar la
puerta tras ella. A veces hacía chistes de que se me iban a caer las pelotas de
tanto que teníamos sexo o de que nos iba a tomar fotos para mostrarle a Tere
cómo “le estaba siendo infiel”. Raquel sólo se limitaba a posar descaradamente
y le decía que de seguro ella quería fotos nuestras para tocarse en privado,
algo que en otros tiempos hubiera sido impensable. Y, sin embargo, ahora no era
la hermana menor la que buscaba activamente molestar a la mayor, sino que ésta
última había ido acostumbrándose a la situación, justo como habíamos querido
todos.
En la semana en que Raquel comenzó en su nuevo empleo,
recibí un mensaje de Tere desde temprano.
No nos habíamos visto más que un par de veces desde aquello,
cuando yo salía del curso de masajista. Nos llegamos a besar y hasta fajamos en
su auto, era una chica ardiente y podía ver que se frenaba en seco antes de
perder el control, tenía más autocontrol que yo. Parecía que sólo me dejaba con
las ganas para que Raquel me las aplacara cuando nos dejaba a los dos en casa.
No aceptó ni siquiera cuando mi hermana, a su manera, la invitara a pasar, lo
cual hacía que nos hiciera más sentido que había algo entre mamá y ella.
Por eso me tomó totalmente desprevenido lo que leí en los siguientes
mensajes que me envió.
—¿Aló, aló? —la
escuché hablar a través del celular—. ¿Diga?
—¿Es una broma? —le pregunté.
—Nada de eso, nene —respondió,
despreocupada. Hizo una pausa, cruzó palabras con un par de personas antes de
retomar la llamada—. Mira, Pascual es
alguien con quien he pasado muy buenos ratos y hoy es su último día en la
ciudad, se va de misionero o algo así al Caribe. Es un morenazo de fuego, tiene
una verga que me hace ver estrellas, papi.
—Ah… ya. Pues qué bien —se me escapó el comentario
sarcástico.
—¡Ay, mi amor! ¡No te
pongas así! —tarareó como si hablara con un niño emberrinchado, apretando
la trompa de manera burlona—. Él es un
amigo, pero tú eres mi novio, chiquito bello —continuó su papel de
embelesadora—. Yo no digo nada de lo que
hagas con Raqui… o Sandy.
Dijo esto último bajando mucho la voz. Era temprano, por lo
que ella debía seguir en el gimnasio y ahí sí habría quien podría deducir de
quién estaba hablando.
—¡Anda, por fi! —retomó
con voz alta, ahora la del berrinche parecía ser ella, aunque era obvio que
sólo fingía—. Desde que me dijo que se
iba a ir no he parado de pensar que podría ser mi última oportunidad de hacer
algo así con él… y contigo.
Sus palabras se habían convertido en ronroneos, de esos que,
ella sabía, surtían efecto en mí. Sus mensajes decían que quería tener un trío
con él y conmigo, que sólo seríamos los tres en la cama pero que también le
avisó a Raquel. Terminé la llamada para marcarle a mi hermana.
—¿Eh? Sí, sí me había
contado —me respondió tras preguntarle si era cierto que Tere había tocado
el tema con ella. Su tono de voz era distante, como si aquello no le importara—. ¿Vas a ir?
Yo todavía no tenía una respuesta, sentía que todo me daba
vueltas y ni siquiera me había puesto a pensar en lo que realmente estaba
pensando Raquel y las consecuencias de aceptar o rechazar.
—Por mí, está bien —dijo
después de no escuchar una respuesta—. “Esa”
me avisó desde hace días, aunque tampoco me sorprende que te contara apenas
hasta ahorita —siguió manteniendo un tono indiferente—, eres muy indeciso cuando te hacen una pregunta así.
Aquello me caló, básicamente porque era verdad. Ella solía
soltar ese tipo de comentarios sin afán de atacar a nadie, aunque tampoco le
importaba si la persona se ofendía, lo que le ganó la fama de grosera o
insensible. Aquello tampoco era verdad, pero era algo que sólo los que la llegamos
a conocer bien comprendemos.
—Dijo que yo podía ir
si quería. ¡Meh! —bufó— Como si quisiera vigilarlos o algo así.
—¿Irías? —le pregunté sin pensarlo.
—¿A andar ahí, nomás
de mirona? —preguntó con indignación—. ¿Para
qué?
—¿Querrías participar? —pensé que le molestaba la idea de
sólo mirar.
—¡¿Con un desconocido?!
¿Cómo crees? Obvio, no.
—¿Irías conmigo?
Ya casi era hora. Raquel no tuvo ensayo ese día y tampoco
era día de curso para mí. Tere nos dijo que mamá estaba enterada de lo que
ocurriría, así que sólo le avisé que ambos íbamos a ir, sólo nos respondió que
cuidara de mi hermana y que no aceptáramos “cosas raras”, ese era su código
para las drogas. Tomamos un camión que, creímos, nos dejaría cerca, pero al
final no teníamos idea de cómo llegar y terminamos pidiendo taxi, no estábamos
tan cerca como habíamos pensado. Llegamos a una zona residencial, no un
fraccionamiento muy “fresa” pero no era para nada un barrio como los que
estaban alrededor de nuestra privada.
Tere nos recibió con besos en la mejilla y nos invitó a
pasar, traía puesto un vestido negro que se le pegaba al cuerpo como si lo
trajera pintado, las piernas se le asomaban a los costados y era evidente, por
lo que dejaba ver, que no llevaba nada debajo. Sus arracadas eran líneas
cuadradas doradas que colgaban elegantemente y hacían juego con una cadena fina
de oro.
—No nos dijiste que había que vestir de etiqueta —mustió
Raquel, quien vio con desdén su atuendo, más casual.
—¡Perdón, perdón! —exclamó desde lo más hondo de su ser—. No
lo pensé. Es que se me ocurrió que podríamos relajarnos con vino y tapas,
Pascual es algo “picky” cuando salimos a comer y, bueno… como no saldríamos y quería
que fuera especial.
—Sí, sí… ya —la cortó mi hermana con hastío—. Tu novio negro
se va lejos, ya lo sabemos.
—De verdad, perdóname, cariño—se volvió a disculpar con
profunda sinceridad—. No fue adrede. ¡Ya sé! ¿Te gustaría ver mi clóset? Somos casi
de la altura y podría haber algo…
—No, gracias —la interrumpió y suspiró antes de continuar—.
Gracias. De todas maneras este tampoco viene vestido y no creo que tengas un
traje a la medida para él también.
—Es verdad —le reconoció Tere.
Sujeté la mano de mi hermana y me la apretó con fuerzas,
estaba sudándole mucho y aparte estaba fría; estaba igual o más nerviosa que
yo. Ella había aceptado acompañarme cuando se lo pedí por teléfono, pero cuando
llegó a casa de trabajar, me bombardeó con preguntas de lo que se supone que ella
iba a hacer ella ahí. Yo le pedí que me acompañara más que nada porque quería
una excusa para irnos de allí pronto si las cosas se ponían demasiado raras.
Cuando hablé con Tere para confirmarle que iríamos ambos,
ella se emocionó y no le sorprendió en lo absoluto que Raquel no iba a hacer
nada con Pascual ni por error y en la llamada, me había dicho cuál era la
justificación que tenía para que nos acompañara Raquel.
“Es fácil”, dijo. “Mira: Raqui es sólo la hija de Sandra, mi
amiga del gym. Él no sabe que también es tu mami y así, no hay problema.
Además, él sabe que tú y yo tenemos una relación abierta, así como a ti no te
molesta que yo ande con otros hombres, como él, a mí tampoco me molesta que te
veas con otras mujeres, como Sandra… o su hija; porque ese es el tipo de
relación que tenemos”. Eso serviría como excusa para cualquier pregunta que
pudiera haber al respecto esa noche y nos blindaría lo suficiente para no
preocuparnos al respecto.
—Entonces, ¿él conoce a mamá? —preguntó Raquel, agitando la
copa que le acababa de servir nuestra anfitriona.
—Sólo por fotos, igual que a Luís —le respondió, quitándole
importancia—. ¡Ay, si supieras! Cuando vio en Facebook que él es mi novio se
puso todo raro —dijo con tono pícaro, con la mano en la mejilla mientras servía
la última copa—, no me ha dejado pasar una noche sola desde entonces ¡y yo,
encantada!
Raquel y yo nos miramos. Ella hizo una mueca de desconcierto,
creí que era porque le disgustaban los comentarios de Tere, pero tardé en
comprender por qué: mamá no había estado visitando a Tere como creíamos.
—¡Ay, pero qué caras! —se burló Tere al vernos—. ¡Relájense
un poquito! Yo voy a mantener entretenido a mi Pascual para que no te moleste,
cariño —le dijo a mi hermana—. Aunque también estoy segura de que acá, mis ojos
—volteó a verme mientras su pierna me pegó ligeramente bajo de la mesa—, no va
a dejar que aquél te ponga un dedo encima. Es callaíto, pero sé que se pone
celoso con facilidad.
—¡Eh! —exclamé con sorpresa—. ¿Y por qué lo dices?
—¡Ay, nene! —me canturreó condescendientemente—. Tú no
serías capaz de ver a Raqui o a mami con otro hombre, eres un cabrón posesivo.
A mí me la perdonas porque esto de ser novios no te lo tomas en serio… pero
bien que se te apagó la voz cuando te conté de Pascual. “¡Se te borró la
sonrisa!” —entonó la canción antes de sorber su copa entre risitas.
«¡Así! ¡Encabrónate y usa eso para la cama, quiero que me partas
en dos allá arriba!
Señaló con su mano al techo. Raquel me miró con atención, no
había soltado mi mano y con su pulgar comenzó a acariciarme. No estaba seguro
de qué era lo que iba a pasar, pero desde que supe que iría, no podía dejar de
pensar en cómo sería ese hombre que nos acompañaría.
El timbre sonó al poco rato, a las 9 en punto. Tere se paró
de un brinco, se acomodó el vestido y antes de salir del comedor, se examinó
fugazmente en el reflejo de un espejo que había en el recibidor. Entró acompañada
de un sujeto muy diferente a quien me había imaginado, no era alto como un
basquetbolista, no era tan moreno como esperaba, ni tan joven como creía.
—Buenas noches —saludó con una voz grave, áspera y con un
acento extraño.
Estaba rapado, en su rostro comenzaban a verse arrugas, pero
no estaba seguro si tendría la edad de mis tíos más viejos o si estaría más
cerca de la edad de mis abuelos. Nos dirigimos hacia ellos , me presenté y sus
dientes amarillos se mostraron en una sonrisa amplia. Su mano era ancha, nudosa
y callosa, tenía un agarre fuerte pero no apretó demasiado al estrecharla. Raquel
tuvo que maniobrar rápidamente para evitar que el hombre le besara la mano.
—Buenas noches, un gusto —dijo con tono amable—. Raquel.
—El gusto es mío, querida —le respondió con una sonrisa y
haciendo una reverencia exagerada.
—Es una amiga de Luís —le dijo Tere y se acercó a su oído—.
Es la hija de Sandra, mi amiga.
Sus cejas se levantaron al escuchar aquello y miró de reojo
a mi hermana, ésta buscó a tientas mi mano y apretó con una fuerza excesiva. Carraspeé
mientras ahora era yo quien acariciaba su mano para que me soltara un poco y
volvimos a sentarnos. Él vestía un traje gris que parecía costoso y un reloj
ostentoso que hacía juego con el atuendo de Tere. Ella cerraba los ojos cada
que le sonreía mientras le contaba un poco de su día y los preparativos para su
viaje. Su acento hacía que no siempre pudiera entender lo que decía, además de
que soltaba expresiones en inglés y otro idioma, me imagino que era francés.
La velada avanzó lentamente y a Pascual no parecía
importarle que nadie más interviniera en la conversación. Volteaba a vernos a
Raquel y a mí de vez en cuando, quizás buscando captar nuestra atención, pero
parecía estar más centrado en platicar con la belleza de vestido negro que
tenía a lado. Poco a poco, comenzó a hacer comentarios sobre mí y nuestra
relación.
—Cuando conocí a Teresa, ella me dijo que no estaba
interesada en relaciones —decía con nostalgia—. ¿Hace cuánto te pedí que fueras
mi esposa?
—¡Uy! Eso fue hace años. Apenas empezaba a trabajar en el
gym —le respondió la morena.
—Je, je, je —rio lentamente—. Te decía que ya no tendrías
que trabajar y más me decías que no. ¡Me mandó al cuerno muchas veces! —nos
contó con los ojos tan abiertos que parecía que se le saldrían de sus órbitas.
—Tú sólo me quieres comprar, Pascual. Eso no me gusta.
—¡Mujer orgullosa! —renegó antes de balbucear más cosas en
ese otro idioma—. Si quisiera comprarme una mujer, me iría a Ghana o a Haití…
¡Cancún!
Ambos rieron, parecía ser un chiste personal entre ellos.
Tere le llenó por tercera vez su copa y tras recordar algunas de sus anécdotas
en Cancún, volvió a dirigirse a mí.
—Y al final, ¡tú fuiste quien se quedó con su corazón! —me
dijo, extendiendo su copa para que la chocarla con la mía.
—Ni yo sé cómo pasó —me sinceré.
—Mujeres, son un misterio. Algunas quieren oro, joyas, casa…
un auto… ¡pero sólo los cielos saben qué es lo que quiere esta mujer! —dijo al
mismo tiempo que hacía aspavientos—. Rechaza mis regalos, pero me acepta en la
cama. Es complicado y sencillo a la vez.
—¡Eso mismo! —le respondí, haciendo énfasis con mi mano
libre—. Es eso, algo fácil de aceptar, pero difícil de explicar.
El semblante de Tere cambió al oírme decir aquello. Pasó de verse
como un angelito que sonreía sin parar a Pascual a verme como una loba al
asecho, una diabla.
—¡Encontrar una mujer así ha sido mi cielo y mi perdición,
te digo! —continuó el hombre, casi declamando—. Guardé esperanzas todo este
tiempo, pensé que algún día me diría que sí… pero ahora que estás tú, me doy
cuenta de que… —dijo algo en su idioma y terminó por suspirar— he sido un
necio.
—¡Aw! —gimoteó Tere, conmovida—. ¡Sweetheart! Vas a hacerme llorar —le reclamó, abanicándose la cara
con las manos y mirando hacia arriba para cuidar el maquillaje de los ojos—. Y
ni siquiera me la has metido.
Aquello hizo que Pascual se atragantara con un canapé, le
dio un ataque de tos brutal y la morena corrió a asistirlo con un vaso con
agua. Para Raquel y para mí, ese tipo de comentarios ya no nos sorprendían,
pero quizás era la primera vez que él oía a Tere soltar ese tipo de comentarios
en presencia de otros.
—Perdón, perdón —dijo él, buscando mostrarse calmado—. Se me
olvidaba… ustedes son… Open-minded…
Libertinos.
Tere le dio unas palmadas en el hombro, a pesar de que ya no
estaba tosiendo.
—Luís y yo tenemos una relación abierta —dijo ella, forzando
un tono amable—. Ambos podemos ver a otras personas. Él sabe que a ti te
conozco desde hace mucho —mintió con la mano en su calva— y por respeto, él
decide mantenerse al margen. Contigo y con los otros chicos con los que he
estado.
—No me gusta complicar las cosas, luego las cosas se ponen
raras y, ¿para qué? Lo importante es que ella me diga que está bien y yo, feliz
—añadí, ganándome la sonrisa pícara de la venezolana.
—¡Jóvenes! Ahora traen ideas extrañas, pero yo también fui
joven. Cuando era niño, las mujeres no salían de casa y no respondían, las
cosas cambian.
—Y por eso me amas, ¿no es así? —ronroneó Tere, deslizando
sus manos debajo del saco de Pascua, acercándose a su oreja—. No me quedo
quieta y soy muy respondona.
—Eres una pantera, indomable —le respondió con la mirada
perdida.
Cuando recordó que
estaban siendo vistos, se enderezó y Tere regresó a su lugar, riéndose de
aquella reacción. Ella era una experta en el arte de provocar y continuó
haciendo comentarios así constantemente, los cuales intenté contestar cada que
tenía oportunidad con algo aún más descarado.
—Pues sí —dije, más animado, quizás había agarrado confianza
tras de acabarme mi segunda copa—. He de reconocer, entre tu boquita y la de
Sandra… a las dos les falta para ganarle Raquel.
—¡Oye! —me reclamó mi novia mientras su pie no había parado
de juguetear con mi pierna y con la de Raquel debajo de la mesa.
La hija de Sandra bailaba triunfante a mi lado, había dejado
de cortarme la circulación de la mano hacía rato, pero seguíamos sin soltarnos.
Pascual parecía haberse transformado en piedra, sólo nos miraba con la boca
entreabierta como si fuéramos de otro planeta.
—¿Quieres que te quite esa sonrisita, Raquelita? —preguntó
la morena, desafiante—. ¿Te la quito como a mami?
Hizo una V con los dedos y pasó su lengua viperina entre
ellos de forma obscena e incitante.
—No, gracias —le contestó—. Entre tu boca y la de Luís…
—Prefieres la de tu mami.
—Bueno, sí.
Nosotros estábamos divertidísimos con todo eso, pero Pascual
estaba enterándose apenas de esa relación incestuosa madre-hija y estaba
reaccionando acorde a ello. Pasó de estar pasmado a mostrarse realmente
curioso.
—Mi amiga y su hija son muy cercanas, de hecho, me quieren
quitar a Luís para quedárselo ellas solas. Como no me has dejado sola ni una
noche, de seguro se la pasa con ellas dos.
—Hasta se queda a dormir en mi cuarto —intervino Raquel,
sonriente—. Es más, ¿todavía tienes la foto?
Era increíble, Raquel estaba verdaderamente excitada con
toda esa conversación. Ya sabía a qué foto se refería, pero mejor le pasé mi
teléfono. Pude ver que a Pascual le sorprendió que mi acompañante desbloqueara
y revisara mi celular como si nada, pero casi se le cae la mandíbula al suelo
cuando mi hermanita les mostró, orgullosa, su foto con la cara llena de mecos.
—¡Mira nada más! —refunfuñó Tere, en su papel de novia
celosa, restregándole la foto a su acompañante— ¡Ay pero eso se acaba
hoy!¡Papi! ¡Vamos a la cama ya!
Tere me arrastró escaleras arriba y yo a su vez, a Raquel. Por
el rabillo del ojo pude notar que la casa estaba decorada con cuadros y
esculturas pequeñas. Su cama, igual que el cuarto, era enorme. Sobre ella caían
unas cortinas transparentes, no eran doseles, estaban fijas al techo. Apenas
pude ver bien cuando la dueña de esos aposentos me tomó y nos dejamos caer
sobre el colchón Queen-size. Sus manos se apresuraron a buscar la manera de
despojarme de la ropa lo más rápido posible.
—¿No esperamos a Pascual? —dije apenas recuperé el aliento.
—Él sabe llegar, bebé —gruñía al tiempo que mi playera salía
volando a un lado—. Estos días no nos hemos separado, pero hace mucho que tú y
yo no hacemos nada.
Nuestras bocas volvieron a unirse y cuando mis bóxers eran
lo único que tenía puesto, entró él. Raquel se dirigió de inmediato a la
esquina opuesta a la entrada y se apoyó en un buró, mirándonos sólo a Tere y a
mí. Vi de reojo cómo él rodeaba la cama en sentido opuesto, lo cual me permitió
concentrarme en palpar la figura atlética de Tere por encima de la fina tela
que apenas la cubría. Sus pezones duros, su abdomen firme, su cadera y al pasar
el borde del vestido, sus piernas torneadas, aceitadas y desnudas. En efecto,
no llevaba puesto debajo de la tela negra. Ella sólo jugueteaba con mi tranca
por encima del bóxer, amenazando con tirar abajo del resorte para liberarme
pero deteniéndose para subir por mi pecho y mi nuca.
Recorrí como pude sus tirantes, esa tela se despegaba de su
piel como si fuera una envoltura pero se deslizaba suavemente al recorrerla. Para
evitar maltratar la prenda, rodamos, quedando ella encima y deshaciéndose de su
segunda piel para volver a la carga. Vi por el rabillo del ojo que Pascual
estaba parado al borde de la cama, inmóvil. Mi verga moría de ganas por salir
cada que sentía su entrepierna rozarla por encima de mis bóxers ya manchados de
nuestros líquidos transparentes. Por fin, ella se giró para darme a probar de
fruta, la cual comencé a degustar lentamente.
—Raqui, querida —la oí llamar a mi hermana—. ¿Me ayudas, por
fa?
Sus manos estaban los bordes inferiores dando pequeños
tirones hasta que sentí otro par de manos tomar el resorte y jalarlos abajo
rápidamente. Un aliento cálido resoplaba en la punta, una lengua lamió desde la
base hasta la punta, era Raquel.
—Listo —respondió sin emoción.
—¿No quieres comerle la pinga? —Tere le preguntó a modo de
reto—. Podemos compartirla.
—Es tu noche, haz lo que quieras —fue lo que dijo, parecía
molesta.
Asomé el rostro para buscarla y le extendí la mano.
—Creo que Luís dijo que eres quien mejor la mama —insistió
la morena—. Anda, no te chivees. Cariño —escuché que le hablaba a Pascual—,
ella aceptó venir por Luís —dijo mientras meneaba su culo sobre mi rostro,
impidiéndome hablar, ver… respirar—. Así que, tú, nada de nada con ella,
¿Estamos?
Supongo que le respondió de alguna manera, con la cabeza o
algún gesto en silencio, porque de inmediato sentí aquella boca que tan bien
conocía y me conocía volver a comerme la verga. Tere se enderezó, permitiéndome
enterar más la cara en sus nalgas y seguir comiéndole la raja hasta que el
aliento me lo permitiera. Raquel estaba siendo moderada, no buscaba hacerme
acabar pronto, tanto su boca como sus manos repasaban el tallo y los huevos
detenidamente. Con palmadas le hacía saber a la mujer encima de mí que me diera
espacios para respirar, pero en cuanto lo consideraba suficiente, ese culo
cincelado me volvía a apresar, para gozo y deleite de ambos.
—¡Uf! ¡Sí! Cómo extrañaba tu legua, nene —ronroneaba
mientras sus manos separaban sus cachetes, permitiéndome respirar y continuar
sin detenerme—. Me has hecho falta, perdóname por ser mala.
Ya sabía que estaba montando un show para su acompañante,
iba a ser divertido seguirle la corriente. Busqué sus pechos y los castigué por
ser una novia negligente todos esos días y ella gimió de placer y dolor. Hice
que se levantara con un gesto brusco, mientras alejaba a Raquel con delicadeza.
—Ella se ha hecho cargo de mí todos estos días —le reclamé
gruñendo con voz áspera, sujetando su melena—. Todo porque la señorita quería
pasársela bien con su amigo que se va a ir.
—Te extrañaba, amor —gimoteó, metida en su papel.
—No parece. Haces que otra me coma la verga, ¿para eso me
haces venir?
Le di un leve tirón, pero ella chilló como si la estuviera
lastimando de verdad. Su mano no intentó quitar la mía, por lo que sabía que
era parte de su acto. Me pedía perdón sin parar con voz lastimera y que en nada
se parecía a su forma de ser. Raquel se acomodó junto a las almohadas a
disfrutar del espectáculo, me sonreía con malicia y eso me calentó aún más. Recordé
lo que esa súcubo de piel morena me había enseñado y le solté una bofetada que
la tumbó en el enorme colchón y la hizo devorar mi verga como si su vida
dependiera de ello.
Crucé miradas con Pascual y vi que la escena le estaba
impactando, lo cual hizo que me preguntara cómo sería el sexo que Tere y él
habrían tenido; aunque, en su defensa, no era algo que la gente normal viera
todos los días. Pronto, la mamada se transformó en yo cogiéndome aquella boca y
viniéndome directamente en su garganta. El maquillaje que tanto se había
cuidado hacía rato estaba corriéndosele por la cara, la morena me sonrió y posó
para recibir una cachetada, esta vez, de recompensa. Me hice a un lado para
darle espacio al otro hombre.
Mi novia lo invitó a la cama, éste avanzó, deshaciéndose de
su atuendo con ansias. La chica gateó hasta el borde del colchón y lo ayudó con
el pantalón, ya desde que vi que algo se asomaba por debajo de su bóxer holgado
pude confirmar mis sospechas de por qué Tere lo tenía en gran estima. Ver
monstruos así en videos porno es una cosa, pero ver algo así en vivo era igual
de sorprendente. Raquel a mi lado ahogó un grito en cuanto el hombre quedó
completamente desnudo. Parecía que tenía una manguera colgándole, una muy
gruesa y que llegaba a la mitad de sus muslos. Tere se la llevó a la cara, nos
daba la espalda y aún así, podíamos ver cómo esa cosa le movía sus chinos, me
entró mucho morbo de ver qué haría con una cosa así.
Ella tenía que sujetarla con ambas manos y aún sobresalía un
tramo. No cabía en mi asombro cuando, después de los respectivos mimos todavía
pareció crecer a lo largo y a lo ancho. La chica hizo que quedaran de perfil a
nosotros, le encantaba que los viéramos sin perdernos detalles. Su boca apenas
pudo albergar unos cuantos centímetros dentro, se dedicó a escupirle y atender
aquella cosa con ambas manos hasta que aquél tronco logró sostenerse por sí
solo.
Por un lado, me imaginaba cómo sería si la tuviera así de
grande… pero por el otro, era evidente que Tere tenía que ingeniárselas mucho
para prepararse. Se puso en cuatro y con el torso pegado al colchón, arqueando
la espalda de manera pronunciada para colocar su culo en pompa y él se lanzó a comerle
aquella entrada que esperaba albergar aquella anaconda; hasta eso nada fuera de
lo normal, hasta que fue el momento de la penetración. Era morboso, no puedo
describirlo de otra forma. Aquella rajita se veía minúscula a comparación, era
como ver un truco de magia en el que ella desaparecía tremenda tranca hasta la
mitad. Hicieron falta varias estocadas para que la anatomía de esa chica se
adecuara para albergar otro tramo, entre gemidos que realmente, podrían ser
tanto de verdadero dolor como de placer.
Raquel me susurró algo al oído, vio que mi amigo estaba
listo para un segundo encuentro y seguí su consejo. Me coloqué frente a Tere,
ya tenía surcos negros corriéndole por las mejillas desde los ojos pero en
cuanto le ofrecí mi verga, no tardó en llevársela a la boca. Sus gemidos
resonaban con mi trozo en su garganta, aunque no arremetí con fuerza, era más
para reconfortarla. Nuevamente, crucé miradas con Pascual, el hombre me dedicó
una sonrisa que no me dio una sensación agradable. Como si hubieran dado un
banderazo para una competencia, comenzó a bombear con fuerza y los gemidos de
mi novia se convirtieron en alaridos, llegué a pensar que de verdad la estaban
partiendo en dos cuando se quitó mi fierro de la boca.
Creí que tendríamos que tomarnos un descanso, quizás dejarla
cambiar de posición, pero no. Esa boquita, que gimoteaba, pujaba y resoplaba con
cada embestida; pudo de alguna manera darnos instrucciones. Se liberó de
aquella monstruosidad y me pidió que atendiera su culo, ahí vi cómo sus pliegues
internos habían sido ensanchados. La sonrisa que me echó el responsable no dejó
de ser inquietante, se sentía orgulloso de lo que había hecho (¡y claro que
cualquiera lo estaría!), pero también sentí que se regodeaba como si fuera una
competencia.
Mi lengua se encontró con una cueva inundada, no lo sabía,
pero Tere había estado experimentando varios orgasmos consecutivos y mi lengua llegó
sólo a provocar pequeñas secuelas. Sus manos volvieron a abrir de par en par
sus nalgas para mostrarme su anito, deseoso de ser consentido… y preparado. Era
momento de cumplirle a la nena su capricho, la razón por la que yo estaba allí.
Mientras mi lengua y dedos horadaban su cavidad posterior, le
pidió a Raquel que se desvistiera, “aunque fuera sólo los jeans”, a lo que ella
decidió, por comodidad, desnudarse por completo. Le pidió recostarse en el centro
de las almohadas y gateó hasta tener la cara entre sus piernas. La había hecho
sacar de un cajón un bote grande de lubricante y éste llegó a mis manos. Meter
y sacar dos dedos nunca era algo difícil de lograr con ella, sobre todo con toda
la lubricación natural que rescataba de sus gajos y mi saliva; pero esto no iba
a ser tan sencillo. La misión era clara: eso que su rajita apenas podía
contener lo iba a recibir su culo.
Tres dedos, pocas veces los había introducido en ella, pero
esto de ensanchar y dilatar me pedía poder moverlos con soltura dentro. Había visto
videos donde las chicas se metían desde vergas colosales hasta dildos realmente
abominables, sabía que era posible. Para cuando podía meter el cuarto dedo sin
problemas al grado de que consideraba que podría aceptar mi puño entero, le
dije que ya estaba lista.
Seguí instrucciones y me acosté boca arriba, podía sentir el
trasero de Raquel en mi coronilla, su mano jugando con mi cabello y el oler la
fragancia de su sexo, lejos de mi alcance. Si alzaba la vista, su rostro era
casi eclipsado por sus pechos y si la bajaba, podía ver la melena de Tere caer
sobre mi mentón. Ella se acomodó separando sus piernas y mi verga entró sin
problemas, pero contrario a lo que creía, su interior no estaba… aguado. Esas
paredes húmedas y cálidas se estrecharon poco a poco alrededor de mi mástil y comenzaron
a subir y bajar lentamente.
Creí que Pascual ya había entrado y por eso la morena había
comenzado a cabalgarme, hasta que pude sentir sus adentros siendo reacomodados
por algo más. Era palpable, todo su cuerpo se estremecía conforme esa cosa iba
adentrándose, ella comenzó a apretar más y más, sus jugos realmente brotaban y
resbalaban hasta empaparme. Por lo que entendí, el anal no era algo que ellos
dos hicieran con regularidad, él gruñía cada que retrocedía para volver a
avanzar y yo podía sentirlo atravesarla. Dejé de prestarle atención a los roces
involuntarios que había entre el cuerpo de él y el mío y decidí centrarme en
Tere. Estaba gozándolo de verdad. Sus gruñidos ásperos, sus uñas clavándose en mis
brazos y hombros, no había dudas.
Más pronto que tarde, tuvimos que cambiar de posición. Ella
quedó boca arriba sobre Pascual, quien había agarrado gusto a poder meter casi por
completo su tranca en aquél culito de ensueño y después de que dejarlos divertirse
un rato solos, ella me pidió que volviera a entrar en ella. Era completamente
distinto, estaba aún más apretada y podía sentirla temblar cada que ambos
lográbamos estimular sus puntos correctos. Mi hermana se colocó tras de mí y no
paró de acariciarme el pecho y respirar agitadamente en mi nuca y oreja. Los
gemidos de Tere de nuevo se convirtieron en alaridos y dieron paso a un
sorprendente orgasmo que me roció y me hizo terminar dentro de ella, lo cual la
hizo encadenar un segundo orgasmo. Los micro temblores la hicieron caer rendida
sobre el cuerpo de su amante y Raquel hizo que me apartara sólo para dejarla
comerle esa raja de donde brotaba mi venida.
—Límpiame a mí también —oímos decir a Pascual—. A ver si es
verdad que esa boca hace maravillas.
Raquel pegó un brinco y se apartó de inmediato. El hombre se
quitó a Tere de encima y la dejó tumbada para acercarse a mi hermana, lo cual
me hizo ponerme delante de ella por instinto. Él no era mucho más alto que yo,
pero era algo corpulento y mi cuerpo se tensó de inmediato.
—¡Eh! Tranquilo, tranquilo, muchacho —dijo con aquél acento más
marcado que antes—. Estamos entre amigos. Teresa ya tuvo lo que quería y yo no
puedo quedarme así.
Señaló su miembro, que apenas podía mantenerse erguido por
el peso, sus bolas se asomaban detrás, colgando considerablemente y de un color
más oscuro que el tono chocolate de su verga. Algo estaba haciendo que sonaran
todas mis alertas, mis brazos se extendieron para proteger a Raquel tras de mí.
Su risa resonó como el rechinido de un portón pesado y cuando su mano se posó
en mi hombro, mi reflejo fue apartarla de un empujón.
—¡Eh! ¡Tranquilo, tranquilo! —volvió a decir, con las manos
en alto en son de paz pero con una voz que no ocultaba su molestia—. Estamos aquí
para pasarla bien.
—Te dije que
no —oímos la voz de Tere, pero él no se inmutó—. Deja en paz a Raquel.
—Es la hija
de tu amiga, no es nada tuyo.
—¡Pascual!
¡No! —gritó Tere de verdad preocupada.
—¡Tranquila! No le voy a hacer nada —gruñó, se estaba impacientando
y balbuceó algo que no entendí.
—¡Vete! ¡Ya!
Eso fue lo que lo hizo reaccionar… pero ver sus hombros tensarse
no era una buena señal. Su mirada se clavó en mí, estaba molesto. Tomó una
bocanada de aire y se giró hacia Tere.
—¡Darling, Sweetheart! No seas celosa.
—¡VETE! ¡VETE AHORA!
Estoy seguro de todo ocurrió en fracciones de segundo. Mi
cuerpo reaccionó antes que mi mente y para cuando entendí lo que estaba pasando,
Tere estaba amenazando a Pascual con llamarle a la policía mientras yo estaba
sujetándolo con mis brazos alrededor de su cuello. Habíamos caído al piso y yo no
paraba de gritarle que se calmara.
—No importa cuánto dinero tengas, para cuando te zafes ya
habrás perdido tu vuelo.
Y de nuevo, la mujer le dio al clavo. Pascual dejó de
forcejear al instante y después de recapacitar por lo que parecieron ser minutos,
me dio unas palmadas para que lo soltara. No me fie al principio, temía que
pudiera lanzarse de vuelta sobre mí, pude notar sus músculos relajarse gradualmente.
Para cuando aparté mis brazos, me giré para buscar a Raquel, estaba en un
rincón, paralizada del miedo. Fui hacia ella de inmediato y me puse a buscar su
ropa. Pascual hizo lo mismo y comenzó a vestirse, nadie dijimos nada y para
cuando él ya estaba presentable, Tere lo condujo fuera del cuarto estando ella todavía
desnuda.
Yo me quedé junto a Raquel, ella seguía aterrada y apenas
podía hacer algo más que sostener su ropa. Volví a escuchar gritos de Tere y me
alarmé. Corrí lo más rápido que pude y la vi de nuevo amenazándolo con su
celular en alto, no recuerdo mucho de la conversación, era una ruptura muy
emocional. Aún así, desnudo al igual que Tere, me planté a su lado. No grité
pero tampoco impedí que ella lo hiciera, era evidente que ese hombre no aceptaba
que lo que estaba haciendo estaba mal y eso enfurecía más a la chica. Fue
eterno, él insistía en quedarse y “enmendarse” con Tere, pero ella no tenía
intenciones de arreglar nada entre ambos.
En algún punto, decidí quitarle el teléfono y marqué a la policía,
puse el altavoz. En cuanto la operadora se presentó, indicando a dónde habíamos
marcado, él se asustó.
—Hola, buenas noches —dije en voz alta—. Quiero hacer una denuncia.
Aquello fue lo que hizo falta para que por fin se fuera. Cuando
la operadora me empezó a preguntar los datos para levantar el reporte, oímos un
auto arrancar a toda velocidad y alejarse; sólo informé que ya no sería necesario,
que estábamos siendo hostigados por alguien y la persona había huido en cuanto
nos escuchó marcar. Cuando finalicé la llamada, Tere me sujetó fuertemente el
brazo y finalmente, se quebró.
El reloj marcaba las 2, estábamos los tres en el comedor con
tazas de té. Ya habían pasado horas desde que Pascual se había marchado, pero
teníamos el pendiente de que podría regresar. Ella había apagado su teléfono y
hasta le sacó el chip, no estaba de humor para llamadas o mensajes. Una vecina
tocó a la puerta para preguntarle a Tere si se encontraba bien porque no respondía
al teléfono y ella le pidió disculpas por preocuparla a esas horas. La tensión
no había desaparecido del todo, pero poco a poco, habíamos comenzado a asimilar
todo y a conversar.
—Por eso nunca le dije que sí —refunfuñó para sí la morena
mientras se dejaba caer en la silla—. Es un hombre dulce y atento, pero viene
de un lugar con costumbres muy feas. Cree que puede comprar a una mujer y hacer
lo que le plazca con ella, muy “chapado a la antigua”.
—Muy a la antigua —validó Raquel—. ¿Cuántos años tiene, 70?
—No es tan viejo —suspiró Tere, pensativa—. No es malo, ¿saben?
Es sólo que…
—Es pendejo —sentenció mi hermana—. Pero como tiene un
pitote…
—Tampoco era sólo eso —respondió con melancolía—. Es uno de los
amigos que más me ha ayudado desde que llegué aquí —resopló y se quedó viendo su
taza. Tras un breve silencio, agregó— ¡Y qué verga, Dios mío!
—Eres una puta —rio Raquel.
—Eso sí —le dio la razón con una sonrisa amplia y triunfante—.
¡Pero no de las que se compran!
Todavía no recupero el ritmo, pero al menos estuvo listo en 2 semanas. ^ ^
ResponderBorrarEste capítulo estaba planeado para ser dividido en dos partes, pero estoy trabajando en hacer que la historia avance sin tanto relleno, he recibido también un comentario de que la historia se siente estancada o repetitiva. Como siempre, me gusta enterarme de sus opiniones, sean positivas o no.
Honestamente, amigo este capitulo es el que menos me gusto de todo la historia, meter a otro hombre...Ya se pasaron con eso.
ResponderBorrarLa idea de Tere fue demasiado y que al final se rieran, no se, me parecio que eso estuvo fuera de lugar...Creo que Sandra debera tener una conversacion seria con ella y con sus hijos y una conversacion de verdad, no una que termine con un chiste.
Antes que todo, muchas gracias por tu opinión y aprecio que, de todos, este sea el que menos te haya agradado. Tere no es una mujer de un sólo hombre y tiene muchas historias que contar (no sólo de Pascual) y ahora, que tiene a Luís, un hombre que coge con su madre y su hermana, no iba a dejar pasar la oportunidad de aprovechar para vivir encuentros así. Y descuida, Sandra hablará con ella respecto al tema.
BorrarGracias por apoyar. Saludos.
lo primero me gusta mucho como escribes y me encantan las historias largas donde se profundiza en los personajes, por ello te felicito por que creo que estas haciendo un gran trabajo.
ResponderBorrarrespecto a lo de la historia estancada o repetitiva, yo en mi opinion creo que se puede percibir asi por que el protagonista ya ha tenido "demasiado" sexo con todas las protagonistas (menos con julia) haciendo de todo, y por lo tanto ya no es "tan" novedad cuando sucede algo, con respecto a eso creo que el personaje de Julia deberia entrar ya en juego, aunque sea poco a poco (primero que espie a los hermanos y el se entere, o que se masturbe ella en casa y el la escuche) algo que puede crear excitación en el lector pero sin entrar de golpe en el sexo, e ir desarrollando esa relacion poco a poco hasta que llegue al punto del sexo (quizas sin que las otras mujeres lo sepan y al final se lleven la sorpresa y puedes entonces introducir escenas con varios personajes etc...), pero sinceramente creo que para sentir algun tipo de "novedad" en la historia es crucial el papel de Julia a dia de hoy.
PD: perdon por el texto tan largo xD
Muchas gracias y no te preocupes por lo de largos textos (¡que si ya habré leído largos! ja ja ). Estoy totalmente de acuerdo con tu opinión sobre el papel de Julia en la historia y estoy muy consciente de ello. No vas tan perdido con lo que es natural que ocurra con ella, pero espero puedan entender que en la vida, a veces las cosas no son tal cual uno desea. Siempre me alegro de leer sus comentarios. Saludos.
BorrarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderBorrarBuenas, yo no suelo escribir a los autores, porque pienso que molesto, aunque en este caso si tiene varias cosas que decir, la historia es buena, pero si siento que se ha vuelto repetitiva a cuanto a sexo, y no me quejo en eso, me gusta este tipo de relato, pero en este caso la historia dar para más y no centrarse tanto en el sexo, me hubiera gustado que solo se centrada en la familia, pero Tere era necesaria para que Sandra pudiera abrirse y explora sus deseos y que Luis y Raquel tuviera experiencia con alguien ajeno del "hogar", creo que la integración de Julia a la "nueva dinámica" esta atrasada, para mí y mis disculpas por adelantado es que la historia podría tener más dinamismo y posibilidades de nuevas "aventuras" si hay capítulos donde se cuente desde el punto de vista de Sandra, Julia y Raquel, porque como lector me gustaría saber ¿Que piensa Sandra a ver que con sus hijos puede explora y viví una vida sexual? ¿Julia siente repulsión o un poco de envidia o ser pondrá triste a ver como Luis y Raquel actúan como pareja y ella esta sola, a despertado en ella de querer unirse a sus hermanos? ¿Raquel tendra el conflicto interno a ver si lo que vive con Luis es amor genuino mujer-hombre o solo atracción sexual y la adrenalina de lo prohibido? Y quizás solo soy yo, pero si me gustaría que Raquel volviera a decirle a Luis, apodos cariñoso y que él no le moleste tanto (si soy algo romántico), en algun momento creo que Luis debería ser honesto y confesa que el hipnotizo a Raquel desde el principio y no solo a Raquel, sino a Julia y Sandra a partir de allí la relación de la familia ya sea que termine en una relación incestuosa o que cada quien haga su vida con una pareja, pueda tener una relación sincera sin secretos ya que no es justo que Raquel piense que esta enamorada de su hermano, cuando todo comenzó por la hipnosis de Luis (si soy muy fan de Raquel) y si Raquel decide continua con Luis como pareja o como hermanos "normales", igual debe perdonarlo pero no si antes darle un buen escamientos y no dijo que Raquel deba irse acostar con 10 hombres, sino una buena cachetara y dos semana sin hablarle, solo son ideas tontas de mis partes, se lo dificil de escribir, lo he intentad y nunca lo he logrado, de nuevos mis disculpas si mi comentarios fue muy abusivo. Continue la historia me gustaría saber como termina.
ResponderBorrarHola y muchas gracias por comentar. No me molesta en lo absoluto los comentarios largos y como siempre, aprecio las opiniones. Me agradó mucho lo que propones (ojo, no prometo hacerlo en esta historia pero quizás pueda hacerse en relatos futuros).
BorrarSobre las dudas que hay en la trama con respecto al punto de vista de otros personajes, habrá algunas que se resuelvan y otras que no, tomando en cuenta que quien nos cuenta la historia es Luís (a excepción de ciertos capítulos). Además, reconozco que desde el capítulo 12 empecé a enfocarme más en las escenas sexuales, según yo, para que fueran más entretenidas que el drama emocional; reconozco que se me ha ido un poco de las manos... 😅
Ahora mismo, tengo entre ceja y ceja el tema de que la trama no se sienta cansina o repetitiva. Los eventos importantes ya están trazados, sólo que me ha tomado mucho esfuerzo hilarlos y trabajo para que no tenga contenido de relleno o prescindible. El final no está tan cerca, pero con cada capítulo nos vamos acercando.
Muchas gracias por tu apoyo y siempre siéntete con la libertad de externar puntos de vista así. Para mí siempre es valioso, aunque haya sugerencias de otros que no termine implementando en esta historia en particular, como ya mencioné antes, podrían materializarse en otras historias.