Mi hermana, Cinthia. Parte 1



¡Cómo la odio!

Por su culpa no voy a poder ir a la fiesta de Gaby. ¡Maldita Cinthia!

Todo porque es una enferma ninfómana que ni siquiera puede aguantarse las ganas de meterse dedo aún estando papá o yo presentes, ni sé por qué ahora la deja y ya ni la regaña. ¿Será que él ya se cansó y se dio por vencido? Pero ¿y yo qué culpa tengo?

Desde que éramos niñas era una molestia escucharla, pero al menos entonces se tomaba la molestia de guardar silencio. Ahora, ni siquiera le importa que la escuche gemir como una gata en celo. Eso fue lo que tuvo que hacer falta para que papá me dejara mudarme al cuarto de los tiliches. Me costó mucho tiempo poder convertir ese cuchitril en una habitación decente, pero al menos algo bueno salió de su maldita enfermedad.

Cuando mamá nos abandonó, papá se dedicó a cuidarnos y cuando éramos pequeñas, todo era color de rosa. Pero nomás esta empezó con sus cochinadas, todo cambió. Me acuerdo que yo tenía unos 12, apenas iba a entrar a la secundaria y a ella la cachó fajándose con un morrillo que se encontró afuera de la placita, dizque escondiéndose tras un coche. Esa tarde no sólo la regañó a ella, a mí también me tocó la cajetiza. Desde entonces, nos escoltaba al entrar y salir de la escuela y las dos teníamos que estar siempre donde él pudiera vigilarnos, eso significaba pasar las tardes en la ferretería y con el tiempo, nos tocó también entrarle a la talacha.

Al principio, pareció funcionar. Digo, en ese tiempo todavía dormíamos en el mismo cuarto y era cosa que todas las noches la escuchaba haciendo sus cosas guarras, pero en el día se comportaba como una persona normal y la aguanté porque era mi hermana. Pero con el tiempo, ocurrió ese incidente, ese que me hizo salir en medio de la noche y decirle a papá que ya no quería dormir con ella a lado. No quise decirle al principio por qué, pero fue inevitable que se enterara cuando un par de noches después la escuchara él mismo. No me tocó regaño esa vez, pero tuve que irme mejor a la sala para no escuchar los gritos.

Desde entonces, fue peor. No sólo nos vigilaba más, se convirtió en todo un gruñón y nos dejó bien en claro que teníamos prohibido tener novio.

—Ustedes van a la escuela a estudiar. El día en que me entere que andan de noviecitas de algún chamaco pendejo, se acabó la escuela. O díganme desde el principio que no quieren estudiar y ser alguien en la vida, mejor.

Ninguna dijo nada, sólo asentimos en silencio. No sé qué demonios le pasa por la cabeza a esa, pero por su culpa he tenido que vivir como monja incluso ahora, que estoy en la carrera. Ha sido un martirio poder convencer a mi papá de dejarme ir a casa de mis amigas, pero supongo que al menos él sí confía más en mí que en mi hermana, aunque sea un poquito. Pero es injusto que por culpa de ella haya tenido que hasta hincarme para que me diera ese “permiso”, ¡tengo 19, por Dios!

Gaby y Abi son mis amigas desde la primaria. Abi es la única de nosotras que tiene novio y hasta eso le he tenido que ocultar a papá por miedo a que me prohíba seguir viéndola. Es tonto, lo sé, soy la primera en admitirlo. Pero que hasta ellas y sus mamás estén de acuerdo conmigo me hace pensar que no estoy tan loquita. Puedo decir que mi mayor victoria en ese aspecto fue cuando papá me dio permiso de quedarme a dormir en casa de Gaby, ahí probé por primera vez la cerveza.

Ahora, que mi amiga va a tener su fiesta de cumpleaños en un antro, yo estoy aquí, encerrada como si estuviéramos en pandemia otra vez. Ya me harté de llorar, no pienso volver a humillarme para que me den permiso de salir. Me estoy vistiendo. Ya soy una adulta y él tiene que aceptarlo. Ya no estoy para andar pidiendo permiso, si la del problema es Cinthia, no yo. Estoy dispuesta a salir corriendo si es necesario, le voy a demostrar que el mundo no se va a acabar por dejarme ir a una fiesta.

Gritos. No podía ser de otra manera. ¡Es que es tan… tan… de mente cerrada! Estoy llorando de coraje, no puedo siquiera acercarme a la puerta porque él la tiene justo a sus espaldas.

—¡No vas a ir y se acabó, Ailén! —me está gritando mientras le está poniendo candado a la cerradura.

Eso es todo, la llave fue a su pantalón. Ninguno de nuestros cuartos da a la calle y aún así, los nuestros tienen barrotes. ¡No es justo! Ya estoy en la universidad, ¡no debería de estar teniendo estas peleas! Ni siquiera debería estar pidiendo permiso para ir al cumpleaños de mi amiga. Y para colmo, aquella se fue a encerrar a su cuarto, como no podía ser de otra manera.

Ya son las casi las 12, mi rímel ensució la almohada y alguien toca a la puerta. ¿Qué diablos quiere esa? ¿Qué acaso no sabe que la odio? Por su culpa estoy sufriendo esto.

—Papá ya se durmió —dice, suena como una maldita mosquita muerta, maldita puta—. Si te vas ahorita puede que aún alcances a llegar, dijiste que empezaba a las 11.

—Empezó a las 10.

—Si te dicen eso, significa que empezó una hora más tarde. Nadie llega a tiempo a esas fiestas.

—¿Y tú cómo sabes?

No me responde. Está descalza y sus pasos no suenan mientras sale en dirección al cuarto de papá, yo alcanzo a mirar desde mi cama. La puerta se abrió sin hacer un solo ruido, los ronquidos de papá me dan valor para asomarme desde la entrada de mi cuarto. Siento que tengo el corazón en la garganta y para cuando me doy cuenta de que me quedé congelada, la veo salir. Cierra la puerta y los ronquidos dejan de sonar tras ella. Es la llave de la puerta, la consiguió. Esa forma de moverse entre las sombras… seguramente no era la primera vez que lo hacía. ¿Acaso papá siempre cerraba la puerta con llave y ella se escapaba mientras nosotros dormíamos?

Simplemente no puedo creerlo. Pero en cuanto ella me da las llaves, mi mano se cierra para que no hagan ruido.

—Si llegas antes de las 3, la libras. A veces prende la tele como a eso de las 3 o 4 y luego se vuelve a dormir. No es siempre, pero si ves que tiene la tele prendida, espérate a que la apague para entrar.

Cada vez que respiro, esto va sintiéndose más y más real. En cuanto la veo desaparecer tras la puerta de su cuarto me doy la vuelta. Me lavé la cara con una toallita, mejor llegar sin maquillaje que llegar con todo el rímel corrido. Llevo las balerinas en la mano, no tengo tacones (¡obvio!), no quería arriesgarme a hacer ruido hasta que llego al a puerta de la casa. Mis ojos se habían acostumbrado a la oscuridad y podía adivinar las siluetas de la sala-comedor, pero mi corazón se me paró cuando las llaves empezaron a hacer ruido. Una vez que le atino a la llave correcta, abro la puerta lo más lento que puedo, contengo la respiración, esperando que los ruidos de la chapa y del guardapolvos de la puerta no alerten a papá. Creo que en verdad no respiré, porque cuando cerré la puerta de la calle, se sintió como si estuviera tomando aire por primera vez en la vida.

La fiesta era no es precisamente cerca, pero apenas y tenía dinero para un taxi y me iba a hacer falta de regreso. Le mando mensaje a Gaby y Abi, les digo que voy para allá. Ni siquiera pienso que ambas han de estar ambientadas y ni van a ver su teléfono, pero de pronto me responde Abi.

“Yo no estoy allá. Ven y nos vamos juntas”

 

Cuando llego ella y su mamá están esperándome. ¿Quién lo diría? Cinthia tenía razón, nadie llega a tiempo a las fiestas, según me entero, es cosa de darte a desear. Nada que ver lo que yo llevo puesto a lo que ella está vistiendo, pero bueno, no es como que yo tuviera ropa para salir (¿verdad, papá?). No me importa, la adrenalina de estar afuera al fin hace que me importe un bledo que la gente se me quede viendo cuando pasamos al cadenero. Llegamos y la música me revienta los tímpanos y retumba en mi estómago, nuestros gritos de alegría ni se escuchan. No acepto ninguna bebida, el baile y estar con mis amigas al fin en un antro es mi única droga.

Resulta que la mamá de Gaby pasó a recogernos y nos dejó a cada una en nuestra casa. Los taxis son peligrosos a esta hora, según me entero. Le pido que me deje en la esquina de la cuadra, se niegan a irse hasta que no me ven cerrar la puerta de la casa. La ventana del cuarto de papá no muestra ninguna luz, parece que lo voy a lograr. Me doy cuenta de que apenas van a dar las 3, podría jurar que fueron sólo unos minutos.  Estoy a punto de entrar a mi cuarto y entonces me doy cuenta: no puedo quedarme con las llaves, tengo que devolverlas al pantalón de papá.

Primero me voy a poner el camisón, es entonces que me doy cuenta de que mi ropa apesta a humos de cigarro y a alcohol, menos mal. Les echo perfume para ocultar los olores, por si acaso. Me dirijo al cuarto de papá y cuando abro la puerta tengo que llevarme la mano a la boca.

De nuevo, mis ojos están acostumbrándose a la oscuridad, pero puedo comprender qué es lo que el movimiento de sombras significa. Papá no está roncando, pero aquella sombra que sube y baja de entre sus piernas deja ver la silueta de su… ¡Ay! ¿Es su…? ¡No! El reflejo de un par de ojos mira hacia donde estoy, se oye un ruido de algo húmedo, una mano se extiende hacia mí. Estoy a punto de gritar y lo único que hago es apretar los puños. Esa sombra se acerca cada vez más a mí y busca en mis manos lo que yo he ido a dejar. Ya cerca de mí, puedo ver que está desnuda. Encuentra en qué mano llevo las llaves y me sujeta firmemente para tomarlas sin que éstas hagan mucho ruido. Yo estoy temblando de pies a cabeza pero ella me da la espalda y vuelve a donde está papá, acostado con esa cosa parada entre sus piernas.

He cerrado la puerta de mi cuarto con llave. Tengo que llevarme la almohada a la cara para ahogar el grito más doloroso que me he aventado. ¿Era ella? Obvio, ni modo que no. ¿Estaba… haciendo… eso? ¿¡Qué chingados le pasa!? Seguro quería que me fuera para… ¿todo este tiempo estuvo ahí? ¿Era la primera vez que… ¡Ah!

 

Es domingo, nadie nos levantamos temprano. Me duele la cabeza, ya casi es mediodía. Bajo y papá compró birria, como siempre. Ella está sentada, como si nada. Quiero matarla con la mirada, no funciona. ¿Qué carajos le pasa? El plato que ella me sirve me hace querer vomitar, no puedo comer nada y me encierro en el cuarto. Ella me ha seguido. No le puse seguro a la puerta, así que entra y le doy una cachetada tan pronto ésta se cierra.

—¿Qué te pasa? —le pregunto, fuera de mí— ¿Qué estabas haciendo? ¡Estás loca!

Pero ella no me responde, nomás se queda ahí como mustia, viendo el suelo. Está llorando, ¿es en serio? Cree que me puede manipular con unas lágrimas de cocodrilo pero no le va a funcionar conmigo.

Ella dice que no puede controlarse, patrañas. No es como que yo vea una Coca y me vaya directo beberla en cuanto la tenga a mi alcance, ni que fuéramos animales. Deberíamos encadenarla, total, ya se porta como una perra.

—Por eso me ayudaste, ¿verdad? Querías la casa sola para… para…

Sólo gimotea cuando la vuelvo a cachetear. Ni siquiera mete las manos, sabe que se la merece. Quiere portarse como una puta después de todo, ¿no? Hay putas a las que las terminan tirando a la barranca, las que tienen suerte se levantan. Es mi hermana, ¿por qué no puede ser una persona normal? ¿Por qué ni siquiera me contesta o me detiene?

Me duele la mano, ya hasta está mojada con sus lágrimas, ni siquiera se ha movido un poco. Me tumbo en la cama, si no me va a contestar, mejor que se vaya. ¿Quién la manda venir a molestarme?

—A-ai… hermana… —ni siquiera se atreve a decir mi nombre—. Yo… No lo hice… no fue por eso. No es justo que tú tengas que aguantar esto por mi culpa.

Por si fuera poco hacerse la víctima, ahora se hace la heroína. Le aviento la almohada y por fin se marcha para dejarme en paz.

 

Paz. ¡Bah! Todo tuve después de eso, menos paz.

Papá nunca se dio cuenta de mi escapada esa noche, así que las cosas entre él y yo han seguido como si nada. Hace poco, dijo que podía escoger lo que fuera para mi cumpleaños y hoy me compró el celular que quería. En el fondo, creía que no lo iba a conseguir, pero cumplió. Es lo menos que podía esperar, pensé. Después de todo, ni modo que hiciera una fiesta de cumpleaños aquí en mi casa, hubiera sido lamentable. Comimos pastel y recibí otros regalos, recibí llamadas de la familia y eso fue todo.

No le hablo a Cinthia desde aquella vez. Bueno, quizás desde un poco antes, pero ahora sí evito quedarme a solas con ella. Pero ni eso me ayuda a olvidar lo que vi. Ahora tengo sueños raros, horribles… pesadillas. Todo por su culpa.

Me he despertado en mitad de la noche, con el cuerpo empapado en sudor. Creí que sería fiebre, pero me sigue pasando de vez en cuando. No tengo más síntomas, sólo esos malditos bochornos que me hacen bañarme a primera hora en la mañana.

Ahora que lo pienso, mi período llega después de eso. Esto no es bueno, porque si esto me ocurre cada que me baja, entonces pueden ser mis hormonas. Veo a la gine y me dice que es mi periodo de ovulación. Lejos de aliviarme, me pongo a llorar. ¿Es esta calentura la que siente ella? ¿Ahora tendré que hacer lo que ella hace para aliviarme? ¡No! Seguramente si lo hago, voy a terminar como ella. Y estos malditos sueños… lo que ella estaba haciendo con papá…

¡Maldita! ¡La odio! ¿Acaso me contagió? ¿Algo así puede pasar? ¿Fue cuando agarró las llaves? ¿O fue cuando la cacheteé? Y si ella o yo teníamos alguna herida abierta… me contagió con sus fluidos.

Ya no puedo dormir bien. La puerta de mi cuarto permanece cerrada con llave cada que entro, pienso en tantas cosas que no puedo solamente acostarme y descansar. Maldita sea. ¿Por qué tuve que hacerle caso? ¡Si me hubiera quedado esa noche encerrada, nada de esto pasaría! Ahora es peor, porque siento comezón ahí abajo. De esa que siento cuando me rozo por accidente. Es mi cuerpo, llevándome al estado ideal para concebir, el muy idiota no sabe que por más que me insista, no hay con quién siquiera.

Ni siquiera con qué. Otra cosa que tengo que agradecerle a mi querida hermanita es el maldito trauma que tengo de convertirme en una puta como ella, una loca, una gata en celo. Y es peor cuando lo hace frente a nosotros. La primera vez que la descubrí tocándose mientras desayunábamos quise ignorarla, ahora no sé si eso fue lo correcto. Yo no la acusé con papá, pero la muy puta agarró confianza y cuando él la descubrió, ella tuvo suerte de que viniéramos en el auto e íbamos tarde para el colegio. Ya no sé si fue que él no tuviera tiempo para armar un escándalo, que estuviera harto de regañarla o vio lo incómoda que yo estaba y entendió que si explotaba ahí iba a ser peor; pero eso hizo que ella se saliera con la suya.

Después de eso, es cosa que ya ni siquiera se mete al baño o a su cuarto cuando lo hace. Soy yo la que le tiene que decirle que se aleje de la cocina y de la sala para que no ensucie nada, creo que papá ya se dio por vencido con ella. A veces desearía que fuera adicta a algo diferente, alcohol, cigarro o alguna droga con la que la pudiéramos anexar. Ni tenemos dinero para mandarla a examinar o internarla en una clínica para loquitos.  Ella sólo se aprovecha y ahora, es peor porque resulta que yo también pueda terminar así.

Leo y leo en Internet, pero todos los sitios hablan de ir con el loquero y lo poco que he encontrado de utilidad (casi todo lo que sale cuando busco “ninfomanía” es porno y páginas interminables con palabras complicadas, para loqueros) han sido foros. Algunos trastornados cuentan sus vidas y se hacen las víctimas mientras que otros, las verdaderas víctimas que tenemos que convivir con gente así, apenas y se animan a opinar o dar consejos. ¡Pinche Cinthia! Por tu culpa tengo que buscar a un loquero y ni siquiera es por culpa mía. Es un castigo por desobedecer a papá, eso es.

 

Me desperté otra vez a medianoche, mi mano está… ahí. Me manché, ¡qué asco! No es sudor, es algo distinto. ¡Ahora sí me estoy volviendo loca! ¿Y si soy sonámbula? Me lavé con una toallita, pero me sigo sintiendo sucia. Estoy tentada a bañarme, pero son casi las 2 de la mañana, voy a despertarlos si abro la regadera. Por si fuera poco, si salgo del cuarto y ella está despierta… va a estar haciéndolo. Y va a volver a verme mientras lo hace. ¡Cómo odio cuando lo hace y se me queda viendo como si estuviera posesa! O peor, puede que no esté en su cuarto otra vez. ¡Maldita Cinthia! Ahora tengo miedo de salir del cuarto por su culpa.

No puedo volver a dormir, quise limpiarme ahí también con las toallitas, pero no puedo. Cada que paso la tela por la zona, ya ni siquiera ahí, sino a los alrededores también, me hace temblar. Es como tener comezón pero no me quiero rascar, no quiero terminar como ella también. Si me cambio de pantis nada más voy a ensuciar otras a lo tonto… no me voy a poner de nuevo esas que están sucias. ¡Cómo te odio, puta!

Ya casi dan las 5, ya puedo meterme a bañar sin que sea sospechoso. Entro sin tocar a la puerta y ahí está ella. La maldita está haciéndolo mientras sigue sentada en la taza, gime como perra callejera y me salgo antes de comprobar si está viéndome o no. Tengo que esperar a que desocupe y cuando la escucho salir, me meto a toda velocidad. ¿Acaso te empujé? Pinche perra en celo, loca de atar. ¡Deberías irte y dejarnos en paz! No puedo dejar de pensar en lo enojada que estoy con ella, ni el agua me tranquiliza. Es agua fría, porque sólo así se me quita el coraje… y la calentura. Sólo así puedo limpiarme bien ahí y no siento tanto cuando tallo fuerte la esponja para limpiar cualquier rastro que haya quedado. Estoy encorvada, llorando bajo la regadera, mordiéndome el brazo porque sólo así puedo dejar de pensar en lo demás. Ahora también resulta que estoy loca de esa manera, de las que se lastiman, todo por no querer estar igual de loca que ella.

 

Cada vez es peor, la ropa me irrita cuando camino o me muevo cuando estoy sentada. Siento las ansias por moverme estando en clase y lo único que he logrado es hacer que se me queden viendo raro en clase. ¡No! No tengo comezón ahí. ¡No! No tengo una infección o alguna enfermedad sexual. Los hombres me miran de reojo, seguramente las feromonas de mi cuerpo les avisaron. Yo sé que se ríen entre ellos, creen que no me doy cuenta. Las niñas me ven con preocupación, con asco tal vez. ¡No es algo físico! Es psicológico. Es mental… no puedo dejar de pensar en que mis pantis otra vez están manchadas y que mis pezones están duros y rozados por la maldita tela del bra. Tengo ganas de meterme en una tina de agua helada y quedarme ahí por años de ser necesario. Ya no quiero sentir esto.

Llego a casa y ahí está ella. Papá ya no la quiere en la ferretería porque no quiere que sus empleados la vean y a mí, tampoco me quiere cerca de Julián, su encargado. Nada qué ver él y yo. Ni en un millón de años le haría caso, pero lo que dice papá es lo que se hace y me tengo que callar. La ventaja sería poder ir a casa de Abi o de Gaby, pero nuestros horarios son un caos. Y aquí estoy, leyendo libros y preparando una tesis que ni sé de qué va a ser ni, mucho menos, por dónde empezar; sabiendo lo que esa loca deberá estar haciendo mientras yo SÍ me puedo aguantar… las ganas… por más que me dé comezón cada que me acomodo en la silla.

Miro el reloj, ya casi son las 10. No he comido, esperaba que papá llegara y comiéramos algo, pero es extraño, papá no suele llegar tarde sin avisar. Me estalla la cabeza y no puedo pensar con claridad, tengo que comer algo. Una torta y un refresco me alivianan. La casa está muy tranquila, Cinthia estaba desplomada en su cama cuando pasé y sigue ahí al regresar a mi cuarto, ni un signo de papá. Antes de sentarme de nuevo frente a mi escritorio, la veo sobre el cojín de la silla. Es la marca de lo que estaba soportando mientras me esforzaba por concentrarme en mis estudios en lugar de pensar en… lo que vi aquella noche. Limpio con la blusa, ya estoy acostumbrada al aroma… al sabor. Bueno, es que a veces quedan residuos en mis dedos y si me chupo la sangre de una herida, pues…

Nadie verá que mi lengua también repasó la tela del cojín manchado. Después de todo, es mi cuarto y nadie va a enterarse. Nadie tiene por qué saber que lo hago porque es lo más cerca que estaré de tocar aquella zona, de donde provienen todos mis problemas para pensar con claridad. Nadie tiene que saber que por eso me quito las pantis cuando estoy sola en mi cuarto, para que esa mancha vuelva a aparecer. Nadie tiene por qué saber que ya me está gustando ese sabor, mi sabor.

Me veo al espejo al echarme agua fría en el lavabo del baño, es la única manera en la que puedo continuar con mis tareas. Mi rostro se ve cansado. ¿Esas son ojeras? Claro, como no puedo dormir bien ya. Antes de entrar de nuevo al cuarto, escucho a esa roncar como un oso. Tomo el celular y me dispongo a grabarla para molestarla cuando se despierte. Su cuarto apesta a ella. Ese aroma es mucho más intenso que lo que yo dejo en mi silla (o mis pantis), es el hedor acumulado de tantas veces, de su sudor, de sus lágrimas. Lágrimas de cocodrilo, sin dudas. La escucho llorar después de que termina de gemir, dejé de ir a consolarla porque ni bien terminábamos de platicar, ahí iba otra vez.

Mi celular ya empezó a grabarla. Está boca abajo, sus pantis están hechas un desastre, no podría ser de otra manera. Sus piernas abiertas de manera vulgar quedan captadas en cámara, al igual que el desorden de su cuarto. ¿Es eso un… ¡No! ¿Cómo es que se compró algo así? Ni loca lo voy a tocar, pero sí puedo grabarlo. No se ve duro, parece estar hecho de goma. Ni siquiera tiene forma de… de eso. Me sorprende que luzca tan… limpio y seco, creo que puedo verlo de cerca. Pesa más de lo que pensé. Es más grueso de lo que pensaría, ¿por qué tiene esa forma? No huele sucio, huele a plástico. La parte gruesa y dura debe ser el mango, ¿no? Tiene ranuras, como una tapa que se gira. Hay algo atrás, parece que tiene un bot- ¡Mierda!

Fue rápido, tuve que presionarlo varias veces para apagarlo antes de salir disparada al cuarto. Estoy segura de que seguía roncando cuando cerré mi puerta. ¡¿Qué chingados era eso?! Era suave y empezó a vibrar, cada vez más intenso con cada vez que apretaba el botón hasta que se apagó. ¿Esa cosa va… ahí? Cinthia está loca, sin dudas. Estoy viendo mi dedo, esa cosa era más larga y más gruesa. ¿Dos dedos? La punta era un poco más ancha que eso. ¡Mierda, Cinthia! ¿Qué te pasa por la cabeza para meterte eso?

¡Cómo te odio! No sólo no dejo de pensar en eso, sino que ahora tengo este mugroso video que no puedo dejar de ver. Esa cosa parece algo sacado de una película de aliens. Suena mucho cuando lo prendo por accidente. ¡Puta! ¡Loca! Ahora por tu culpa me tengo que limpiar con las pantis, por más que paso la tela, sigue saliendo ese cochino líquido. Tengo que controlar esa fuga, ¿no? No deja de salir, incluso sin seguir viendo el video. Tengo que limpiarme, ¿está bien? Lo hago porque no quiero que las pantis que me ponga se ensucien en cuanto me las ponga, no lo estoy haciendo por la sensación de la tela al rozar. Tengo que limpiar adentro. La fuente está adentro. Mi dedo apenas pasa, debe ser por la tela de mis pantis, pero no me voy a tocar directamente, eso es lo que ella hace.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero no deja de salir. Estoy sudando por el esfuerzo, ya hasta estoy resoplando. Ni siquiera necesito ver, mis dedos están empapados cada que vuelven a pasar la tela. Las pantis están en el suelo, mojadas totalmente. Ahora estoy usando una playera, la tela es suave y un poco más gruesa. Oigo la voz de papá, acaba de llegar. Son casi las 12. Necesito… sólo un poco… tengo que limpiarme antes de bajar.

 

—¿Estabas estudiando, preciosa? —me pregunta al ver que me asomo, se ve que está contento—. Ven a cenar.

Trajo tacos. Nos cuenta que uno de sus amigos se lo llevó a una cantina y perdió la noción del tiempo. Apenas y puedo comer, tengo un nudo en el estómago y otro en la garganta. Cinthia me pregunta si me voy a bañar, me está mirando fijamente. Dice que, si planeo desvelarme, es mejor que no use agua caliente. Le doy las gracias por el consejo sólo porque papá está allí y no quiero verme grosera. Pero él no se da cuenta de lo que está pasando. Esos ojos… voltean a verme disimuladamente cada tanto… seguro lo sabe. La maldita puta sabe lo que estuve haciendo en mi cuarto, sabe que estoy al borde, de seguro lo sabe y por eso me dijo eso. Quiere que termine lo que empecé bajo el arropo de la regadera, como seguramente ella hace también.  

Jamás voy a admitirlo en voz alta, pero le hice caso. Por primera vez en meses, pude bañarme sin problemas, sin tener esas cosquillas o pensar en tonterías. No sólo pude avanzar un poco en mi trabajo, sino que tan pronto me acosté, cerré los ojos y no los volví a abrir hasta que sonó la alarma.

¿Eso era? ¿Tenía que hacerlo para que mi estúpido cuerpo me dejara vivir en paz? Descansé como hacía mucho no lo hacía. Al día siguiente, la muy cínica no para de sonreírme y para colmo, se acerca para susurrarme que ronqué como un oso anoche. ¡Estúpida! Tengo que editar el video antes de mostrarle que ella también ronca como un puto animal, voy a cortar la última parte y ahora sí veremos quién es la escandalosa.

 

Han pasado días, creo que mi problema se resolvió. Ya puedo concentrarme en clases, en la casa y hasta cuando salgo con mis amigas. Todos me dicen que me veo mejor, las ojeras están desapareciendo. La estúpida de Gaby se atrevió a decirme que si no me conociera, pensaría que me habían cogido. ¡Pendeja! Claro que nos reímos, somos “befas” y ella hasta me confesó que se mete dedo de vez en cuando. Yo me hago la tonta y le digo que no sé de qué me habla, pero en el fondo me doy cuenta de que no engaño a nadie.

Resulta que es algo común. Estoy viendo en Internet y resulta que es algo que todos hacen. Digo, ya tengo 20 y de no tener a la enferma de Cinthia por hermana, podría haberme enterado de esto antes. Abi y Gaby están al tanto de lo que ella hace, aunque no les ha tocado verla haciéndolo cuando van a casa nomás porque Dios es grande. Era un tema que jamás discutí con nadie por el asco que me daba mi propia hermana. Pero luego de aquella confesión de Gaby, le pregunté a Abi por mensajes y aquella también es una cerda. Fue como abrir la tapa de una alcantarilla, porque empezó a contarme todas las cochinadas que ella y su novio hacían, que eran nada comparadas con lo que a ella se le ocurría. Estoy rodeada de enfermas.

Haya sido para bien o no. La próxima vez que sentí ese impulso, fue más fácil para mí. Me atendí sin quitarme ropa interior y fue igual de liberador que aquella vez. Ya relajada, me es más fácil pensar con claridad, vuelvo a ser productiva y hasta me es más fácil soportar a mi hermana. Ahora cierro la puerta de su cuarto cuando paso y veo que ella está en lo suyo. Veo lo que está haciendo, obviamente, sin querer. ¿Con la almohada? Bueno, supongo que es válido. Aunque sigue teniendo ese vibrador ahí, a la vista… ¿por qué no usa eso mejor?

Gaby nos invitó a entrar a trabajar con ella al Call Center, pero papá no está de acuerdo. ¡No sé qué le pasa por la cabeza! “O estudias o trabajas”, dice. “No me mato trabajando para que descuides tus estudios”. ¿Acaso cree que estoy tonta o qué? Eso dice, pero creo que él ya está llevando esto de cuidarnos demasiado lejos. No me siento a gusto, me siento encerrada. Estoy furiosa, llorando de coraje otra vez. ¿En qué momento me llevé la mano bajo la panti? No sé, pero creo que necesito algo que me calme o voy a saltar por la ventana.

Tal vez estoy exagerando, quizás me gusta hacerme la ofendida o atacada. Ya le pedí perdón a papá y mientras platicábamos, le hice ver que, aunque entienda por qué nos quiere tener encerradas a Cinthia y a mí, va a llegar el momento en que tengamos que hacer nuestra propia vida. No pienso ser una monja enclaustrada por el resto de mi vida. Él está serio, se aguantó las ganas de responderme porque sabe que no estoy siendo irracional y no estoy gritándole como antes, esto de estar calmada realmente me está ayudando.

¡Por fin! Vacaciones. Gaby y Abi me invitaron a escaparme con ellas a Valle de Bravo, solas las tres. No me sorprende que lo primero que diga papá sea un “no” rotundo, pero durante estos meses en los que he cuidado mi humor, he logrado hacerlo ceder con cosas pequeñas. Ya puedo quedarme a ayudarlo en la ferretería (siempre y cuando no me quede a solas con nadie que no sea él) y ya no se pone como loco cuando llego tarde a casa cuando me quedo platicando con mis amigas. Sólo es cuestión de saber llegarle. Tal vez intente esa forma de hablarle que tiene Cinthia. Mis manos en sus hombros, palabras suaves, casi susurradas… ¡Bingo!

 

Maldigo la hora en que me dejé convencer. Llevamos apenas 3 horas y esas dos ya andan de pirujas con los primeros tipos que se les cruzaron. Desde que Abi cortó con su novio, ha estado insoportable. Que si una ida al cine, que si vamos por un café… pretextos para andar de ojo alegre y sonrisa fácil. Ella prácticamente nos hizo a un lado a Gaby y a mí en cuanto se consiguió noviecito y ahora sólo nos usa para conseguirse otra… pareja. Pero si alguien me decepciona más es Gaby, bien que se quejaba de lo que nos hace Abi y ahorita, mírala: riéndose como tonta mientras ese tipejo la manosea. Me regresé a la cabaña. No hay nada bueno en la tele y la señal del celular va y viene, no hay Wi-Fi dentro de las cabañas. “Encuentro con la naturaleza” ¡Bah! Supongo que no hay mucho más qué hacer.

—¡Ay! ¡Quién te viera! —es Gaby, está riéndose mientras entra al cuarto—. Ya sabía que te ibas a esconder aquí, pero no me imaginé que…

Le aventé la almohada. ¿Cómo se le ocurre entrar así? Y luego, entra como si nada, como si no le diera pena ver a otra mujer… así. Seguramente piensa que soy igual que Cinthia, una ninfómana que se toca a la menor provocación. ¡Bueno! Ellas andan buscando pija, al menos yo no soy tan vulgar como para meterme con el primer pendejo que me hable bonito.

—¡Uy! Bueno, ya me voy. Si las miradas mataran… —sigue riéndose, la pendeja—. Vamos a ir un bar, por si quieres acompañarnos. Yo sólo vine por mi cargador. Me mandas un mensaje si te pierdes o algo.

Ja, ja. Chistosita. Ni muerta las voy a acompañar a ver cómo se comportan como unas zorras en celo. Y para colmo, ya m espantó las ganas.

Es de noche, ni rastro de esas dos. Reviso las historias en sus dos perfiles, nada. ¿Estarán bien? Le mando un mensaje a una, nada. La otra tampoco me responde. Sí les están llegando los mensajes. Claro que sé que pueden estar… haciendo cosas, lo más seguro es que por eso no respondan. Pensamientos intrusivos. No son cosa nueva, viviendo con Cinthia, es inevitable que tu mente se haga ideas de lo que estarían haciendo esas dos. Seguramente estarían haciendo destrozo y medio en los baños, como Abi nos contaba que hacía con su ex. Tengo que calmarme… pero antes, voy a ponerle seguro a la puerta, no vaya a ser que me vuelvan a cachar en la movida.

Me quedé dormida, son casi las 4 am y esas dos todavía no han llegado. Gaby fue la única que me contactó, sólo me mandó un mensaje diciéndome que no las fuera a esperar despierta. Lástima, no pensaba hacerlo.

Me entretuve toda la mañana paseando por ahí en las montañas. Me uní a un pequeño grupo de senderistas, la mayoría son dones y ñoras. Todos vienen en pareja, así que me es fácil platicar con ellos. A diferencia de los tipos que se consiguieron esas dos, que nos comían con la mirada a las tres sin distinción, los sujetos con pareja sí pueden tener una conversación amena sin intentar llevarte a la cama. Amanda y Ulises son con los que mejor me llevo. Ya se graduaron y decidieron viajar en lugar de una boda suntuosa, esta es de las últimas paradas después de recorrer buena parte de Sudamérica. Cuentan muchas cosas interesantes, ojalá algún día pueda viajar como ellos.

Esas dos hacen acto de aparición al fin después de que nosotros termináramos de comer. Vienen acompañadas y como Amanda y Ulises son demasiado amables, deciden quedarse para no dejarme sola mientras los recién llegados comen. Las conversaciones se vuelven como el agua y el aceite, nada qué ver lo que los tres discutimos con los comentarios insulsos que esas dos hacen para seguirles la corriente a sus acompañantes. ¡Y sus risas! ¡Dios! ¿En verdad tenía que aguantar eso lo que restaba de nuestra estancia ahí?

Afortunadamente, no. La pareja de viajeros me ofrecieron acompañarlos a visitar el pueblito y esas dos me dejaron ir como si ni les importara. ¡Claro! Ahora ya no iba a hacerles mal tercio… ¿o quinto? Cosa distinta con Amanda y Ulises. Es hasta que por fin me tomo una agua fresca que me doy cuenta de que mi garganta ya resentía estar platicando durante horas. Ya nos tomamos fotos, nos agregamos en Insta para etiquetarnos y de verdad me la estoy pasando muy bien. Con ellos no me estoy sintiendo para nada un mal tercio.

Ya nos agarró la noche, estamos bebiendo en un bar. Tras intercambiar miradas, Amanda se me acerca y me pregunta lo que seguramente estaban pensando desde hacía rato. ¿Es en serio? Miro a Ulises y me doy cuenta de la lujuria en su mirada, es verdad. ¿Por qué no les digo simplemente que no? ¿Por qué me preocupa que piensen que soy una virgen santurrona? ¿Por qué no les digo que me dejen en mi cabaña en lugar de acompañarlos a su hotel? ¡Abi, Gaby! ¡Ignoren mis mensajes en los que les digo que no me esperen para dormir! ¡Márquenme! Háganme entrar en razón…

La cama es muy grande. Amanda me toma de la mano y me lleva al baño. Se está desnudando frente a mí y me sonríe.

—Es tu primera vez, ¿verdad? —me pregunta mientras abre las llaves de la regadera. Yo apenas puedo balbucear un sinsentido—. Me alegra que te hayas animado. No tengas miedo y si en cualquier momento te sientes incómoda, sólo dilo. Uli y yo sabemos que cuando nos dicen “basta”, es basta.

Mi yo interno está enviándome señales de detenerme, de paralizarme, de salir huyendo de aquí; pero mi cuerpo está actuando por su propia cuenta. Esto es euforia. Tengo miedo, estoy en ropa interior. Mis calzones son de abuela y mi bra es de los deportivos que no me lastiman, estoy empapada en sudor por tanto caminar. Amanda ya está bañándose, como si yo no estuviera ahí. Entro junto a ella, estoy temblando. Ella se gira, sus bubis se elevan con sus brazos mientras se lava el cabello y sus ojos están cerrados. Sus caderas son anchas y su barriguita se asoma un poco, está totalmente depilada. ¡Ay por Dios! La mía parece una selva.

Mis manos están cubriéndome, pero claro que se me ve la mata de pelos debajo. Ella me agarra los brazos y hace que me descubra. Dice que no hay nada de malo y hace que le toque sus tetas. Son diferentes a las mías, creo que son más chicas, cosa de nada. Siento sus pezones, hace que mis dedos los estimulen y se ponen más y más duros. Continúo aunque ella ya me haya soltado para enjabonarme. Está repasándome las nalgas, parece que le gustan, se queda amasándomelas un buen rato, luego se va a otra parte y otra vez regresa. La imito, no hay comparación. Su culo está firme y redondito, pero no de grasa, se siente como unos cojines bien rellenos. Ahora toca mis pechos, nada más juega un poco con mis pezones y sigue bajando por mi abdomen. Me dan escalofríos conforme se acerca a mi… mi… mi mata. Sus dedos sólo juegan con mis vellos, los enjabona y me da la espalda.

—Que no te dé pena. Si decides seguir o no, no tiene nada de malo.

Y así, se va y me deja sola.

¿Qué estoy haciendo? Ni siquiera he tenido un novio y ando haciendo estas tonterías. Yo soy virgen. ¿Voy a dejar que Ulises… mientras Amanda… ¿¡Qué me pasa!?

Es la calentura, esta maldita enfermedad que me contagió la puta de Cinthia. Debí haberles dicho que no desde el inicio. Cierro la llave y me visto de nuevo. Abro la puerta y ellos están comiéndose a besos y me ven. No hace falta que diga nada, ellos sólo sonríen. Ulises me dice que puedo pedir un taxi en recepción. Las cabañas no están lejos, pero ya es de noche, mejor les hago caso. Me toca esperar un buen rato a que llegue y me quedo callada todo el viaje. Apenas estoy por abrir la puerta de la cabaña, me llega su mensaje. Es un audio, es la voz de Amanda. Dice que los perdone por no acompañarme. Digo, yo los entiendo, ya estaban… en eso. En resumidas cuentas, dice que entiende que me haya ido (¿En serio? Lo dudo) y me pide que los perdone si me hicieron sentir mal (no lo hicieron), me dice cosas bonitas y hasta me felicita por tomar mis propias decisiones (huir)…

Sé que todo esto es algo loco, pero queríamos saber si todavía nos podemos ver mañana.

 

Al igual que el día anterior, me despierto temprano y sin rastros de aquellas dos. Tuve que… tocarme anoche. Necesitaba limpiar la mente y dormir en paz, ¿sí? Después de cambiar de opinión varias veces, respondo al mensaje de Amanda.

Nos vemos en la misma ladera de la montaña que ayer. Ahí están, de nuevo, viéndose como una pareja totalmente normal. Nos saludamos amablemente, no puedo molestarme con esas caras sonrientes y esas palabras dulces. Es como si me pusiera de buenas con sólo estar a su lado. Yo planeaba no traer a colación el tema, pero supongo que para ellos es lo más natural del mundo. Swingers, ni sabía que algo así existía. No lo entiendo… digo, estuve a punto de unirme a ellos anoche, pero ahora que no estoy intoxicada por la calentura me resulta algo imposible de comprender.

Ellos se besan y se toman de la mano. ¿Por qué quieren a alguien más allí? ¿Por qué no me siento como un mal tercio con ellos? ¿Por qué lo hacen ver todo tan… natural?

 

Por su culpa ahora no dejo de imaginarme qué habría pasado si no me hubiese ido. Ha pasado una semana desde ese viaje. Todavía nos seguimos en Instagram, le doy like a sus fotos pero ni comento y tampoco me animo a mandarles mensaje por la vergüenza. Ahora están en Canadá, según me contaron, apenas publican algo o suben historias. No puedo sacármelos de la cabeza. Pienso tanto que dejé pasar una oportunidad de vivir algo fantástico, luego me recrimino por ser una sexosa inmoral, hipócrita por criticar a mis amigas a sus espaldas cuando estuve a punto de hacer algo igual o peor. Y esas, ni en cuenta, seguramente piensan que me la pasé dedeándome todas las noches (digo, tampoco estarían equivocadas) y jamás sabrán que estuve a punto de perder mi virginidad en un trío.

Esto es cada vez más frustrante. No sé en qué momento ya se me ha hecho un hábito diario. A veces para dormir y a veces, antes de levantarme de la cama. Pero no le hago daño a nadie. Mis notas no sólo siguen siendo buenas, sino mejores que antes; ya me hago cargo de atender el teléfono y coordinar entregas en la ferretería. Seguro que papá está de mejor humor ahora que me tiene para ayudarlo. Y Cinthia dice que va a poder titularse sin tesis. Nunca me había preguntado por su promedio, pero resulta que la muy va a graduarse con excelencia, ¡quién lo diría!

A mí todavía me falta, pero sé que por mi promedio voy a tener que hacer la tesis. Lejos de enojarme con mi hermana, me alegro por ella. Quizás me pueda ayudar con algunas dudas. Ella va a ser contadora y yo me fui por Administración en RH, no llevamos las mismas materias pero supongo que alguien tan prodigiosa podrá resolverme una que otra duda. Me está ayudando a ver por qué me equivoco con Probabilidad y Estadística, es buena explicando. No entiendo por qué desperdicié tantos años odiándola.

Por supuesto que iba a ser normal que su condición se manifieste en medio de nuestras sesiones de estudio. Al principio, ella se iba al baño o a su cuarto y regresaba para ver si todavía tenía dudas; ahora, soy yo la que me salgo de mi cuarto. Somos hermanas, por Dios. No me va a matar si ella se acuesta en mi cama mientras yo bajo a despejarme un poco, resulta que hay muchas cosas que no entiendo nada. Regreso y ella me da las gracias al mismo tiempo que me pide perdón, entiendo por qué se disculpa, pero en el fondo creo que no debería, no del todo es su culpa.

¡Al fin estoy sacando algo más que sietes y seises! Todavía cometo errores, pero ese 9 en mi examen era motivo suficiente para celebrar. Cinthia está contenta también, papá es muy parco y sólo se limita a decirme “¡Qué bien!”, pero igual bebe cerveza con nosotras. Estamos en la fonda a la que siempre vamos, la carne en su jugo está deliciosa como siempre. Veo a mi hermana y me doy cuenta. Esa cara, apenas y puede seguir comiendo. Le hago gestos con la mirada.

“¿Tienes que ir?”. Ella asiente. “Está bien, ahí está al baño.”

Ella sacude la cabeza: “¿Cómo crees?”, me dice con su rostro.

“¡Ay! Como si nunca hubieras ido al baño aquí”, la miro con incredulidad.

Sigue sacudiendo la cabeza y toma un trago de su cerveza, agacha la cabeza y sólo finge usar el tenedor. Sé que está perdiendo el control, su expresión es la de una persona con fiebre. Papá está al tanto de la situación, está comiendo con prisa.

—Voy al baño. Acompáñame.

Los dos me miran, sacados de onda. Papá voltea a ver a Cinthia y se da cuenta de cuán grave se encuentra, me vuelve a mirar y sigue comiendo, esta vez, más tranquilo. Le hago la señal a ella para que se apure y me acompañe. Los baños no son los más lujosos, pero al menos están limpios. Cinthia está encogida, creo que está apenada.

—No hay nadie —digo para calmarla—. Yo cuido que nadie entre.

Ella asiente antes de entrar al cubículo. Por suerte, nadie entró. Cinthia salió sonrojada, se ve que está muriéndose de la pena, pero es claro que ya está mejor. Mi pobre hermana, ¿en verdad serán tan grandes sus ganas de hacerlo, como para no poder aguantarlo ni siquiera en esta situación? No estoy molesta, más bien, siento pesar por ella. Yo sé que se siente bien cuando una acaba, sé lo reparador que se siente… pero creo que no me dan tantas ganas como a ella.

Papá sigue comiendo, apenas se inmuta al vernos regresar. Al menos ella pudo seguir comiendo, aunque se la pasó cabizbaja hasta que llegamos a casa. Papá se adueñó de la sala, yo me dirijo al cuarto y me preparo para bañarme.

—Ailén —oigo a Cinthia hablarme a mis espaldas, suena triste—. Gracias.

—Gracias a ti, por ti saqué 9 —le digo para animarla.

—Yo… perdón.

La entiendo, de verdad que sí. Pero no sé cómo hacerle entender que no hace falta que se disculpe, prefiero no decir nada y sólo sacudo mi mano para darle a entender que lo mejor es no darle importancia al asunto. Ella está llorando, se está quebrando frente a mí. No se me ocurre nada más que abrazarla para consolarla, pero tan pronto lo hago, fue como abrir la llave del grifo. Creo que tenía mucho acumulado, sus sollozos se transforman en berridos, su respiración se agita al punto de que me preocupa que le pueda estar pasando algo en verdad serio.

—Perdón, perdón, perdón….

Estoy escuchando aquella palabra tantas veces que ésta parece dejar de tener significado para mí. La angustia en su voz y la fuerza con la que sujeta mi blusa y embarra su rostro contra mi pecho, esto no es sólo por lo que acaba de pasar.

—¡Soy la peor! ¡Perdón!

—Ya… ya… —yo también repito esa palabra a modo de mantra mientras acaricio su pelo.

Creí que aquello no iba a acabar nunca. Ella ahora está callada, pero no se aparta de mí. No sé qué más hacer, sólo sigo sobando su espalda y su pelo. Sigue respingando, pero ya dejó de gimotear, los pañuelos se acabaron hace rato y mi blusa está empapada. De alguna manera, terminamos sentadas en mi cama y poco a poco, acomodo su cabeza en mi regazo mientras la sigo sobando.

—No… no es tu culpa. Deja de pedir perdón.

Eso sólo hace que los aúllos vuelvan mientras ella frunce su puño, por eso no quería decir nada, sólo estoy empeorando todo. De pronto, se levanta. Su cara está hinchada de tanto llorar, sus ojos enrojecidos apenas pueden verme tras esa cortina de lágrimas. Asiente con los ojos cerrados, chillando agudamente.

—Cinthia —dijo, luchando para que mi voz no se quiebre—. Perdón por tratarte mal todo ese tiempo. He sido mala contigo sin saber. Yo sé que no es tu culpa.

—Es horrible. —Su voz es ronca y rasposa—. No puedo hacer nada, ya fui a ver a un psicólogo y no sirvió de nada. Dijo que esto es para toda la vida. Que me tengo que medicar y seguir yendo con él hasta que me muera. ¡Ailén! ¡Me quiero morir!

Vuelve a sollozar, aunque creo que se le acabó la voz y sólo se escucha un zumbido lastimero y prolongado. Aquello yo no lo sabía. ¿Y cómo iba a saberlo? Nunca hablábamos. Se están haciendo un nudo en la garganta, otro en el pecho y también en el estómago; he sido la peor, soy la peor hermana. Cedo a la gravedad, mi cabeza cae en el colchón a escasos centímetros de la pared. Ella cae conmigo y nos quedamos así un rato más, no en silencio, pero sí sin decirnos nada.

Comentarios

  1. Hola Kurosko!

    Gracias por presentarnos esta obra.

    Le veo potencial. Noto una manera de narrar bien distinta al hombre de la casa.

    No me siento cómodo aún con esa manera de relatar la historia, que es un torrente de pensamientos de la protagonista y sin detenerse mucho en los sucesos.

    Quizás esto sea solo el primer capítulo, quizás no.

    Veamos cómo se desarrolla.

    Saludos

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Hola, gracias por comentar y perdón por no responder antes, apenas estoy revisando los comentarios sin leer.

      En definitiva, esta es otra historia, otra protagonista y una forma diferente de ver las cosas. Quiero que ella narre lo la manera en que ella experimenta las cosas, que veas "desde el cristal desde donde lo mira ella", con sus emociones y sus carencias. No va a ser objetiva, eso es un hecho. Ya se publicó la segunda parte y veremos cómo y hasta cuándo saldrá la tercera.

      No pienso en convertirla en una saga larga, espero que acabe en 5 partes, más o menos. Gracias por el apoyo y la confianza. Saludos.

      Borrar

Publicar un comentario

El Hombre de la Casa (Saga en curso)

El Hombre de la Casa (Saga en curso)
Conoce lo que Luís es capaz de hacer a sus dos hermanas y a su madre

Mi Hermana Cinthia

Mi Hermana Cinthia
Una mala realación de hermanas puede dar un giro de 180 grados

Confesiones (Antología)

Confesiones (Antología)
Historias cortas sobre algunas confidencias que me han contado.

Yamila

Yamila
Tienes 3 deseos y una genio hermosa a tu disposición. ¿Qué harías?